Cuando entramos en una rutina los días, las semanas, los meses o quizá los años, puedan parecernos iguales. No deberíamos olvidar nunca que ningún instante es igual al posterior, ni al que le ha precedido, por poco espacio de tiempo que haya transcurrido. Por ello quiero despedir este último domingo de un agosto irrepetible con estos versos que comparto. Volverán otros domingos y otros agostos, no tengo duda. Podrán ser muy parecidos; idénticos, pero nunca iguales. El viento jamás baila igual la misma hoja invitada a la fiesta de la vida.
Se me hace muy difícil entender la vida en algunos momentos. Bueno, si soy sincero, muchas veces no se me hace difícil entender la vida; me confieso que soy incapaz de entenderla por mucho que me detenga a intentarlo. No voy a echar mano de cuestiones divinas o sobrenaturales, ni tan siquiera a cuestiones en las que intervenga la Naturaleza a modo de defensa, dado el ataque desmedido e incomprensible del ‘ser humano’. Me refiero a la falsedad y la hipocresía de cada uno de nosotros. Y si un día mi sombra camina delante de mis pasos, se detiene, me mira desde la oscuridad de su mirada y me pregunta ‘¿por qué me persigues?’. No sabría qué responderle.