Me gusta el otoño por sus colores; por su lluvia; por sus silencios; por su calidez. Conozco gente a la que no le gusta el otoño y menos la lluvia, sea en la estación que sea. Conozco gente a la que le encanta el otoño y la lluvia, sea en la estación que sea. Lo que no conozco es a mucha gente que cuando llueve escuche la lluvia y todo lo que tiene que contar. Quizá los haya. No lo sé. Pero no les conozco. Me gusta pasear en otoño y escuchar la lluvia. Por un episodio personal, que ahora no es el momento de señalar, me gusta dejarme mojar por la lluvia, sobre todo si baña mi rostro.
La mayoría de los seres humanos podemos oir, pero creo que el porcentaje de los que escuchan o escuchamos (algunas veces), es muy reducido. Cada cuál sabrá la razón. Sin embargo, creo que, llueva o no, nos cubrimos con un paraguas que nos ‘proteja’ de aquello que no nos interesa o nos ‘incomoda’, en lugar de enfrentar la verdad.
No quiero callar. No quiero silenciar aquello que escucho. No quiero vivir cobijado bajo un paraguas para que todo ‘me resbale’. Es gratificante sentir el viento en la cara; sentir la lluvia en el rostro; empaparte de la sabiduría que la Naturaleza nos muestra y compartir. Puede resultar incómodo para aquel o aquella que no quiera saber, que no quiera conocer. No hay problema. Hay programas en algunos canales de televisión que se encargan de que ‘nadie piense’; en otros casos, ‘te lo dan pensado’. La elección es tuya. Solo tuya.
Si te apetece puedes escuchar estos versos:
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Escucha en silencio
cómo habla la lluvia
cuando desciende de las grises nubes
para abrazarse con la Madre Tierra
para mezclarse con las aguas
bravas y dulces
de arroyos, ríos y lagos
para fundirse con la mar
salada y brava
que dibuja islas y continentes
de este mundo que no escucha.
La reflexiva y sabia lluvia
cuyas gotas viajan mil y una vez
llevando el mensaje
de aquello que observan
desde su privilegiada atalaya
antes de lanzarse al vacío
a comunicar sus nuevas
a veces
no tan nuevas.
Cobijado bajo mi paraguas
sigo mis pasos
por la vereda que conduce
al parque junto a mi casa
camino solo
en silencio
la lluvia quizá acobardó
a otros paseantes
escucho la intensa lluvia
golpear sobre la tersa tela azul
de mi paraguas
parece llamar a mi puerta.
Abro de par en par
puertas y ventanas
me descubro sin miedos
y mirando frente a frente
ese firmamento gris
recibo en mi rostro
el frescor de la vida
que regresa una vez tras otra.
Escucho y me habla
me habla y escucho
y me cuenta
lo que vio en los campos de refugiados
cuando caía sobre las tiendas de campaña
y sobre los charcos de otra lluvia venida;
lo que vio en la Mar Nuestra
cuando caía sobre barcos de madera
sobre barcas de goma y tablas
sobre chalecos salvavidas vacíos
sobre cuerpos vivos
sobre cuerpos muertos;
lo que vio en calles de ciudades
cuando caía sobre los tejados
de casas de ricos y de casas de pobres
las frías manos cobardes de él
golpeando el indefenso cuerpo de ella
una vez tras otra
mientras unos ojos inocentes
presenciaban el horror y la muerte
sin comprender.
No quiero ocultarme y no ver
no quiero ocultarme
tras la tersa tela azul de mi paraguas
y no escuchar
lo que la lluvia de otoño
me vino a decir
lo que la lluvia de otoño
me viene a contar.
Sigo caminando por la vereda
que conduce al parque junto a mi casa
siento cómo la lluvia me ha calado
no me importa
regresaré a mi hogar
y con las ventanas de par en par
recitaré lo que la lluvia de otoño
me ha contado.
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