Este ha sido un fin de semana intenso. Muy intenso. Quizá necesitaba escribir estos versos, y abrirles la puerta de par en par, para que volaran libres hasta donde quisieran llegar…, o hasta donde puedan llegar.
Quién sabe, así de caprichosa es la palabra. Tú la escribes o la pronuncias, y viaja sola hasta encontrar unos oídos que la escuchen, o una mirada que la descubra.
Querida Amiga, querido Amigo; aquí dejo algunas de mis reflexiones sentado frente al tiempo, mirándole a la cara a mis recuerdos.
Si te apetece, puedes escuchar los versos:
Sentado junto al ventanal
del salón de la vieja casa
he contemplado aquel jardín
en el que tantos recuerdos
hemos vivido
impacientes
se han agolpado en mi memoria
pugnando
por salirme al encuentro.
A veces
algunas veces
me he preguntado si el tiempo
va restándonos primaveras
en el debe de la vida
o los va sumando
en el haber de nuestra existencia;
aún no hallé la respuesta
quizá solo sea tiempo vivido
quizá solo sea vida
y no tiempo.
Entorno libre mis ojos
frente a la luz que inunda mi rostro
y siento
cómo todos aquellos recuerdos
desbordan ahora mi mente
en ese caprichoso desorden
que tan solo la razón comprende;
quizá la soledad
sea la mejor compañía
para citarse con los recuerdos.
Cuántos sueños
cuántas promesas
cuántas confesiones
cuántas esperanzas
sobre aquel jardín
que tantas vidas han pisado
cuántas flores
han regalado los rosales
a las primaveras.
Nada es como antaño
ni espero que así sea
nunca
debería serlo
no mece el viento
las mismas hojas
que meció el último otoño
no vuelven a mirar mis ojos
lo mismo que miraron
ayer
ni tan siquiera
lo que miraron
cuando me senté junto al ventanal
de esta vieja casa.