¿Cuántas vidas se cruzan en nuestro camino cada día? Incontables. Aunque a veces he pensado (pienso) en ello, nunca me he atrevido a contarlo. Sí, nunca me ‘he atrevido’ pues serían varios miles y creo que la tristeza, en algún momento me embargaría. Y de todas esas personas, a cuántas he querido hablarles, y no lo he hecho. Incontables. Hace tiempo que intento que esto no me suceda y si quiero entablar conversación con alguien lo hago, o al menos lo intento. Es tanto lo que se puede aprender ‘del otro’ (u otra).
Es tanta la sabiduría que guardan algunas personas, que tan solo con sentirlas cerca te alcanza su luz y su sombra, equilibrio perfecto para que puedas percibir su verdadera dimensión. Recuerdo la primera vez que coincidí con José Luis Sampedro. Un sabio. Un Ser excepcional. Compartir espacio y tiempo con él; escucharle; aprender de su humildad; de su generosidad; de las bondades y realidades de la vida…; y tener el privilegio de prestar mi voz, a sus versos, en un homenaje que organizó la Fundación Centro de Poesía José Hierro, es uno de mis mejores recuerdos.
Pensando en las ocasiones perdidas en nuestra vida, para entablar una conversación; para conocer a una persona que vemos cada día y nuestra timidez nos impide dar ese paso; en mi propia experiencia…; me he decido a dibujar estos versos que ahora comparto. Podemos dejar que pase hoy y que sea mañana cuando demos ‘ese paso’ que ahora no nos atrevemos a dar; pero, ¿y si no hubiera un mañana? Déjame que te diga hoy: «Hola, me llamo Alberto, y me alegra verte cada mañana cuando tomamos el autobús».
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Si te apetece puedes escuchar estos versos
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Cada mañana se encontraba con ella
misma hora y misma calle
misma parada de autobús y mismos asientos
ella el primero pasada la puerta de descenso
ventanilla
él el tercero pasada la puerta de descenso
pasillo
tan solo el ruido del motor
rompía el silencio.
Él llegaba cada día
a las 6:50
ella cinco minutos después…
buenos días, decía él
hola, respondía ella
los dos minutos siguientes
se acompañaban
en silencio
hasta que aparecía el autobús
y abría sus puertas para acogerles.
Dos paradas después subían
dos mujeres y tres hombres
saludaban al conductor
y se acomodaban en sus mismos asientos
cada mañana.
Eloísa madre soltera
mediana edad
hace tiempo descubrió
que no existen los príncipes azules
Claudia joven estudiante universitaria
cargada con carpeta y mochila
a reventar de sueños y esperanzas
Alejandro camarero en un bar del Centro
padre de chico y chica
adolescentes
Vicente empleado de banca
casado y cansado de la vida monótona
a la que se había condenado
arrastrando a su pareja
Luis trabaja en una imprenta
y se siente enamorado de su trabajo
guarda historias para que no se pierdan
le gusta decir.
Todos sentados
a la misma distancia unos de otros
sin haberlo pretendido
sin haberlo estudiado
sin haberlo medido
sin haberlo calculado
crucigrama de semejantes
habitantes del imaginario tablero del destino.
Las primeras letras
de sus nombres
son la CLAVE
de este enigma
con el que a la vida le gusta jugar
y apostar
mientras el silencio todo lo inunda.
Puede que él no le hable
a ella
esta mañana
puede que ella no le hable
a él
la próxima mañana
puede que no lo sepan
pero quizá no tengan un mañana…
¿Y si así fuera?
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Qué bonito! Me encanta leerte
Gracias, Maribel, por tus palabras.
Me alegra saber que te ha gustado y que lees mis versos de los domingos.
Gracias, siempre, por estar ahí.