Ser un malabarista con las palabras. Ser un malabarista con mis versos. Ser un malabarista con la vida. Ser un malabarista con los besos que pacientes esperan su destino. Así me imagino en algunas ocasiones, ‘jugando’ con mis manos y con todos los sueños que desde niño me acompañan. No hay nada más reconfortante que compartir, y eso es lo que pretendo cada semana con aquello que sueño y pienso, y después dibujo con palabras.
Recuerdo aquella canción de Víctor Manuel titulada: ‘A dónde irán los besos’, y en la que se preguntaba por el destino de aquellos que no damos. Yo no quiero que se pierda ninguno. Es más, no quiero que queden guardados pues creo que con el tiempo dejan de tener sentido. Quizá besamos poco. O no. Creo que es muy personal, pero reconozco que a mi me encanta darlos y recibirlos.
Por ello, además de compartir besos, quiero compartir versos como cada semana. Tengo pruebas de estar en la ventana esperando el otoño (recuerdo el día), y sentir la caricia de un beso en mi rostro. Jamás supe quién me lo enviaba, pero os aseguro que llegó sin esperarlo y en el mejor momento. De esa sensación recordada nacen los versos que ahora comparto. No sé si te llegará un beso o un verso. O ambos. Los dejaré, como cada semana, a merced del viento.
Si te apetece puedes escuchar el poema
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Esta mañana me levanté soñando
convertido en el malabarista de los besos
que guarda mi corazón
lancé uno hacia mi mano izquierda
lancé otro hacia mi mano derecha
y los dejé danzar
cruzando sus estelas en el aire
dibujando sueños que alcanzar.
Animado por sus piruetas
y por la libertad de sus juegos
me atreví a lanzar tres más
y después diez
y embriagado de felicidad
otros diez
y uno más
ahora entre risas bailan todos juntos
en imposibles figuras entre la tierra y el cielo.
¿Y por qué no lanzar otros cien
y otros mil
o dos mil…
y uno más?
Cuando perdí la cuenta de los besos
que solitarios danzaban entre mis manos
mientras la felicidad acompañaba mi sueño
decidí convocar al viento del sur
y al del norte
y al del este
y al del oeste también
para que hicieran llegar cada uno de esos besos
hasta el lugar en el que debieran ser recibidos.
Y cierto es que irán llegando
pues alguno ya alcanzó su destino
me lo susurró la tarde de invierno
mientras escribía estos versos.
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😉
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