A veces, cuando uno es capaz de mirarse el alma (o como cada cual lo quiera definir o nombrar), descubre cicatrices. Sí, infinidad de cicatrices que la vida te ha ido regalando según tu caminar; según las decisiones tomadas; según los sueños cumplidos o aquellos que se quedaron por cumplir; según tus aciertos y errores… No debe, no debería darnos miedo ver cada una de ellas, incluso acariciarlas y reconocerlas, pues forman parte de la esencia de lo que realmente somos.
No podemos engañar el reflejo que el espejo refleja del alma que a él se asoma. Ese espejo que cada uno de nosotros y de nosotras sabemos dónde está. Dónde se guarda. Hace tiempo descubrí dónde se guarda el mío, y ahí sigue para cuando quiera volver a mirarme en tan brillante y pulida superficie, limpia de impurezas que pudieran distorsionar lo que en él se refleja. No hay posibilidad de engaño o espejismo, salvo que nuestra mirada no mire aquello que debe mirar.
Os invito a buscar vuestro espejo. Os invito a miraros en él. Os invito a descubrir vuestras cicatrices y a reconocerlas y acariciarlas. Nada debéis temer, pues forman parte de lo que sois y os acompañarán siempre. Os ayudarán a recordar el camino hasta ahora recorrido. Os ayudarán a rectificar, si es lo que queréis. Os ayudarán a ser mejores personas, si es lo que buscáis. Os ayudarán a sentir, si es lo que perseguís. Yo os muestro mi espejo, en estos versos.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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He presentado mi alma desnuda
frente al espejo que se guarda
tras la cara oculta de la luna
sin adornos ni abalorios
sin alharacas ni protección alguna
descubriéndome así las cicatrices
que la vida regala tras miserias y fortunas,
con tristezas, decepciones y alegrías.
No temas en ningún caso buscar ayuda
si no te atreves a levantar tu mirada
y observar el perfil que tus heridas dibujan
en ese lienzo multicolor inacabado
que te regala la vida que buscas
o aquella que te gustaría conseguir
para besar y alcanzar sin excusas
ese horizonte que, a veces, parece alejarse.
Las heridas jamás se curan
por mucho que el tiempo pase
pues sus cicatrices hasta el final perduran
haciéndonos más fuertes y sensibles
a los vientos que traen la ternura
cuando soplan en todas direcciones
acercándonos esa sutil dulzura
que refleja en el espejo del alma sus razones.
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Las heridas del Alma jamás se curan , pero aprender a vivir con sus cicatrices, ya entonces es un triunfo. Un poema Precioso.😘 y tu reflexión muy humana y sentida. Un abrazo.😄 y feliz semana.😄
Cuán cierto, mi querida Amiga. Gracias por tus palabras.
Igualmente te deseo un feliz semana. Cuídate mucho, por favor.
Besos