La vida pasa, y pasan los años. Se acumulan los recuerdos en nuestra memoria, acomodándose en cada rincón de ese desván al que accedemos, cuando se nos antoja regresar sobre un camino ya caminado. Se acumulan en nuestra piel las huellas de lo ya vivido, testigos mudos y silenciosos del paso de cada una de las estaciones, que siempre regresan; del paso de las noches y los días, que siempre vuelven; del paso de los sueños vividos, y de aquellos que quedaron por vivir.
No me importa cumplir años, nunca me ha importado, si bien, todo lo contrario. Hasta ahora he vivido 60 años, 11 meses, 3 días y 12 horas. No sé si es mucho o poco, tampoco me importa, ni es motivo de esta entrada. Tampoco sé lo que me queda por vivir. Si es mucho o poco, tampoco importa ni es motivo de esta entrada. La vejez, pues así se denomina el paso de los años, sin necesidad de utilizar eufemismo alguno que pueda dulcificar su paso, es una etapa a disfrutar pues forma parte de la vida.
Estos versos que ahora comparto, nacen de ese instante en el que me descubro cuando me miro al espejo, y observo la vida vivida; el pasar de los años. Seguiré mirando mis manos, esas que acariciaron y acarician el rostro de las personas que amo. Seguiré mirando las arrugas que pueblan el contorno de mis ojos, y mi frente, y la comisura de mis labios…, fruto de las risas y sonrisas; fruto del entornar de la mirada por el hambre de aprender y descubrir; fruto de las tristezas que ahogaron mi garganta; fruto del pasar de los años.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Siento el pasar de los años
cuando observo mi rostro
que sin adornos me devuelve el espejo
cuando me dispongo frente a él,
sin intención de buscar a ese niño
que aún late en su interior
y que cada mañana aflora a mi mirada.
Esas huellas que va dejando la vida
con el inexorable paso de las primaveras
enmarcando este rostro mío
con el rastro de las risas compartidas,
de las penas sufridas,
de las heridas infligidas,
del llanto desconsolado,
de las alegrías por las llegadas
y de las penas por las partidas.
Me detengo ahora en mis manos,
en esas que tanto han acariciado,
señalado, abrazado, consolado…,
incluso a veces, algunas veces, golpeado,
van perfilando sus huesudos dedos
dibujando su anverso y reverso
con ese relieve que se hace visible
en el que tendones y azuladas venas
pugnan por un espacio compartido.
Incontables manchas almibaradas
como estrellas apagadas y sin luz propia
hacen presencia sobre la piel desnuda,
otrora suave, tersa y aterciopelada,
ahora preñada de tantos y tantos recuerdos.
Cuántos sueños compartidos
cuánta vida vivida
cuántos sueños frustrados
cuanta vida, aún por vivir.
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😉
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Es difícil aceptar los cambios físicos que nuestro cuerpo con el paso de los años nos regala. El continuar ilusionados por alcanzar nuevas metas, por descubrir nuevos tesoros, eso es lo importante. Un abrazo querido amigo 🌷
Los cambios físicos dibujan la vida pasada. Es cierto que, a veces, quizá demasiadas, nos sea difícil aceptarlas pues nos recuerda, también, que vamos acercándonos hacia esa orilla en la que deberemos embarcar hacia un horizonte desconocido, para no regresar jamás. Pero analizo las huellas que la vida me ha regalado, y me siento agradecido, pues guardan muchos recuerdos, a los que me gusta regresar de cuando en cuando. Cuídate, mi querida Amiga. Besos