Quizá el apego, en especial a aquello que es material, nos hace infelices o puede frustrar nuestros logros, o la falta de ellos. Es una opinión o una reflexión personal, nada más. A estas alturas, creo, que todos sabemos que no nos vamos a llevar NADA cuando ‘nos vayamos’. Por eso entiendo poco, muy poco, el afán de algunos y algunas por acaparar o amasar riquezas o fortunas. Cuánta pobreza en cada uno de ellas y ellos.
También está el apego a aquello que no se material. Y es más difícil de entender o aceptar esta idea. Ni mucho menos hablo o cuestiono el Amor, el Afecto, el Cariño…, que podemos tener hacia nuestros seres queridos; hacia nuestras amistades; hacia la Naturaleza, en toda su extensión; hacia nuestras mascotas que, a veces, creemos humanas, aun sin serlo… Me refiero a que, llegado el momento de la despedida, quizá no estemos preparados. Seguiré amando TODO aquello que amo, pero estoy aprendiendo a despedirme, cuando llegue cada momento.
Cuando estábamos en el colegio, creíamos que nuestras amistades serían para siempre (algunas se mantienen). Nuestra primera novia o novio, con los que hacíamos planes de futuro, aun siendo niños. Las amistades en Campamentos, Servicio Militar (cuando se hacía) –algunos mantienen esa amistad–, en Hermandades… Sin embargo, como decía el poeta: «…todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo caminos / caminos sobre la mar…». Estamos de paso y, cada cual, hará su camino. Gracias, por permitir compartirlo.
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Si te apetece puedes escuhar el poema
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Quizá deberíamos aprender a despedirnos
si aún no aprendimos
pues tarde o temprano todo partirá,
incluso nosotros lo haremos.
No por ello debería embargarnos la tristeza
de perder aquello que tenemos,
o que quizá creíamos tener.
Los regalos que la vida nos otorga
en su devenir cuando considera
que así debe hacerlo
ya tienen su tiempo tasado
una vez que a nosotros llegan,
pues todo aquello que comienza
en algún momento le alcanza su final.
Me despido de la noche sin luna
pero también me despido de los soleados días;
me despido de las olas del mar
que al igual que llegan mecidas por el viento
hasta mi playa retornarán una vez tras otra;
me despido de las pasajeras nubes
y del arcoíris que brilla tras la tormenta;
me despido de los verdes campos floridos
cuando se marchita la alegre primavera;
me despido de tu sonrisa franca
y de la luz del mirar de tu mirada;
me despido de tus caricias
y de los besos que endulzan nuestros labios;
me despido de las estrellas fugaces
y del infinito cielo estrellado;
me despido de aquello que me fue prestado
porque nunca lo consideré mío;
me despido de todo
y también me despido de nada.
Te saludo amanecer en este despertar
que de nuevo me ofreces,
sé que luce el sol más allá del troquelado
de las nubes que recortan el azul de este cielo
que en silencio y sin prisas nos abraza.
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😉
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Despedirse es un acto siempre emocional.
No siempre es sencillo, y cuesta muchísimo desprenderse de ese «algo» que nos hace sentirnos bien.
Es cierto, mi querida Amiga, que las despedidas son difíciles.
Si bien, antes o después, nos tendremos que despedir. Creo que el hecho de aprender a hacerlo será bueno para cada uno de nosotros.
Por eso, ahora, me despido de tí. Mañana, será mañana, aún está por llegar.
Cuídate mucho, por favor.
Besos