Le pidieron un cuento al anciano, y les regaló unos versos

logoCreo que pocas cosas hay tan gratificantes, como inventarnos un cuento que contar a nuestros nietos, pero, sobre todo, en el que seamos los protagonistas y les traslademos a cuando teníamos su edad. Luego, cada una o cada uno, acertará más o menos en la historia. Pero si sale de nuestro corazón infantil, y le hacemos conectar con el suyo, el éxito está asegurado. Es más, creo que nos lo pedirán más veces. Es una bonita forma de narrar nuestra historia y de que pase de unos a otros. Puede ser parte de nuestro legado.

Sí, ya sé que podéis pensar o decir que no es fácil y que no se os ocurre nada. Sin embargo, habéis sido niñas o niños; habéis tenido una vida donde todo era diferente, muy diferente a como lo vemos ahora; hemos escuchado narraciones de otros; hemos leído historias (unos más y otros menos); hemos tenido experiencias que nos han enseñado en la vida y de la vida… Imaginaros cuántas historias pueden nacer de nuestra experiencia, que dejen atrapados a nuestros peques. Y, sobre todo, lo maravilloso de compartir tiempo con ellos.

Esta podría ser la historia de cualquier abuela o abuelo, al que sus nietos le piden que les cuenten un cuento. Pero nada de príncipes azules o princesas rosas, que terminan destiñendo; ni de inmensos castillos o de magos con sombreros estrellados sobre fondo azul; o de que fueron felices y comieron perdices… No, y un montón de veces no. Les hablaré de lo que conozco sabiendo que, lo importante no soy yo, sino sus ganas de conocer una historia de cuando yo tenía su edad. Porque no deberíamos olvidarlo, un lejano día, tuvimos los años que ahora tienen.

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Si te apetece puedes escuchar el poema

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Cuéntame un cuento abuelo

–le dijo la niña al anciano–,

pero que no hable de príncipes azules

ni de hermosos castillos lejanos.

 

Cuéntame un cuento abuelo

–le dijo el niño al anciano–,

pero que no hable de princesas rosas

ni de “había una vez un mago”.

 

Cuéntanos un cuento abuelo

–le pidieron ambos al anciano–,

de cuando tú eras un niño

y jugabas por los campos

de cuando la noche se hacía oscura

cubriendo todo con su negro manto

y las estrellas brillaban en el cielo

inalcanzables al volar tan alto.

 

Abuelo cuéntanos un cuento

–al anciano le pidieron–,

de cómo eran las gentes de tu pueblo

y las chicas y los chicos y los maestros

de cómo eran sus vidas y sus anhelos

y si la vida era vida o solo un sueño.

 

Por favor, abuelo, cuéntanos un cuento.

 

Cuando yo era aún un zagal

y más o menos contaba vuestro años

el pueblo era solo una aldea

donde todo nos era cercano

y desde los mayores a los pequeños

siempre que podíamos nos echábamos una mano,

las primaveras eran verdaderas primaveras

y sin demora alguna saludaban al verano

que llenaban de calor las praderas

–empezó alegre a narrar el anciano–

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😉

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2 comentarios:

  1. y lo que cuentas seguramente no fue un cuento…
    sin embargo, que cuento más bonito.
    Los niños nos hacen agudizar la inspiración.
    un abrazo.

    • Txema Contreras

      jajajaja Eso nunca se sabrá, mi querida Amiga.
      Nos contagian su fantasiía y su mundo, en el que todo es posible. También lo era para nosotros, hasta que dejamos atrás, quizá demasiado atrás, ese niño o esa niña que fuímos. Volver a él, o a ella, nos recuerda que todo es posible.
      Besos, mi querida Amiga

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