Este fin de semana, el sábado concretamente, a las 12:00 horas, el Ayuntamiento de San Cristóbal de Segovia, por medio de su biblioteca pública, organizó un ‘paseo literario’ que partía desde la plaza de la Constitución hacia “Las Tierras del Polo”, un lugar que desde antaño recibe ese nombre y que se encuentra en esta localidad. Además, es el título de uno de los cuentos, de los que soy autor, del volumen: “Cuentos de verano 1. Cuentos a orillas del río Cigüeñuela”.
Yo lo pasé genial y, según pude percibir, en especial de los más pequeños fue divertido. En el paseo y hasta llegar a nuestro destino caminamos por el campo entre vacas y ternerillos que hicieron las delicias de todos. Algunos y algunas, en especial mayores, con un poquito de miedo, pero todo resultó muy bucólico. Al llegar a “Las Tierras del Polo” y mostrarles dónde estaban, mi hija Marina y yo leímos el cuento haciendo cada uno un personaje. Conocieron a Pecas, a Frigus y la historia de ese lugar.
Recordando el día de ayer y, sobre todo, recordando cuando yo tenía esa edad y recorría aquellos parajes con mi abuelo Julián, ayudándole en las labores del campo cuando tenía vacaciones de verano en el colegio, empezaron a brotar estos versos, que ahora comparto, en agradecimiento a todas las personas que han hecho posible este ‘paseo literario’, y todas las que participaron con alegría y muy buena disposición de este encuentro. ¡¡Gracias!!
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Pocas cosas hay tan bellas
como la mirada de un niño
cuando va descubriendo,
desde su inocencia,
todo aquello que le regala la vida.
Alcanzamos este lugar
al que llamamos Mundo,
desnudos, con las manos vacías
y ligeros de equipaje.
Indefensos y frágiles nos recibe
esta tierra entre llantos,
asiéndonos con nuestras diminutas manos
aquello que se nos ofrece,
quizá buscando una primera seguridad.
Vamos creciendo, despacio,
se antoja a veces;
demasiado rápido,
si la respuesta es de nuestros mayores
que miden el caprichoso tiempo
de diferente manera.
Llegamos con una memoria
en la que los renglones escritos
apenas ocupan unas pequeñas líneas.
El paso de los días y los años
lo irán cumplimentando, hoja a hoja,
permaneciendo guardados celosamente
por si quisiéramos regresar a ellos,
solo en nuestros recuerdos,
pues nunca serán vividos de nuevo.
Rodeado de esos maravillosos
descubridores y descubridoras,
ávidos de conocimientos,
he compartido con ellas y ellos
algunos de los renglones
que yo escribí en mi cuaderno
cuando tenía su edad,
regresando a mi infancia,
regresando a ese tiempo de niño
que aún habita en mí,
que nunca me ha abandonado
y al que me gusta regresar,
pues ahí comenzó este camino
que me trae hasta estos versos
que ahora escribo.
Pocas cosas hay tan bellas
como la mirada de un niño.
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😉
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