La poesía nos permite surcar océanos, mares, lagos y ríos, en los que encontrar la bravura y la paz que La Naturaleza nos brinda, cuando nos sentimos parte de ella, y la abrazamos con la ternura y amor que deberíamos. La poesía siempre nos ayudará a sentir, cuando somos capaces de escuchar el latido de la vida en cada verso, incluso en cada ‘entreverso’, ese espacio en el que habita el silencio que nos habla. Si os acercáis a un libro de poesía, lo abrís, empezáis a leer y no os ‘engancha’, es muy posible que, en ese momento, no estéis en conexión con vosotros mismos. He de reconocer que, la lectura de la poesía requiere un estado anímico que nos permita diluirnos con el poema, cuando eso se consigue, es cuando crees en la magia de las palabras.
Ahora bien, si no consigues esa reacción al abrir un poemario la primera vez, o la tercera, o la séptima, o la vigésima novena… No te sientas mal y, por favor, no desistas, Quizá no has encontrado esos versos que, sin lugar a duda, te están esperando, sin prisa, hasta que puedas alcanzarlos. La poesía es pausa, por eso nunca la encontrarás en el torbellino que crea la vida que vivimos, aunque también habita en él. Solo la hallarás en el sosiego que tú te procures cuando te acerques a ella. Para ti estos versos, en los que me gustaría convertirme en marino, y surcar los mares… hasta encontrarte.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Quisiera surcar los mares
hasta alcanzar ese remanso de paz
que es tu playa,
recorrer tus orillas
con los pies descalzos
y perderme entre los sinuosos caminos
que me acercan
hasta tu fuente de vida
y perderme.
Acariciarte hasta la locura
que solo alcanza el náufrago,
en su lucidez,
cuando la soledad le acompaña
en cada gesto,
en cada mirada,
en cada sueño…,
sabiéndose a salvo
de tempestades y naufragios.
Quisiera surcar mil mares,
amor,
hasta encontrarte.
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