Se llamaba Hugo y tenía tan solo 16 años. Toda una vida por delante para vivirla; para soñarla y para vivirla; para acertar y para errar; para elegir y desechar; para amar y ser amado; para sentir y hacer sentir… Cuando un accidente de tráfico acaba con todo ello, y con mucho más, para siempre. Unos padres destrozados, un hermano que no comprende, unas amigas y amigos que se niegan a aceptar, unos familiares que no saben qué decir. ¿Qué dices en una situación, «irracional y antinatural», como es la pérdida de un hijo? Sale de casa; se despide hasta más tarde; te despides hasta más tarde… Y ese «más tarde» ya nunca va a llegar.
Hace tiempo, mucho tiempo, que soy consciente de que la muerte forma parte la vida. Que la muerte habita donde hay vida, pues es el lugar en el que se «alimenta». La muerte no «pierde el tiempo» con los muertos, tan solo quiere «arrebatarles el tiempo» a los que viven. Puedo entender a la muerte cuando se lleva a una persona que «ha vivido su vida», o que padece una enfermedad por la que está sufriendo; el aceptarlo o no es otro asunto a tratar en otra entrada. Pero llevarse una vida a «destiempo» se me hace difícil de entender o aceptar. Aun así, no olvido que la vida es un regalo maravilloso que seguiré aceptando, a veces con sentimiento agridulce, hasta llegado el momento. DEP.
.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
Cuando pienso en todo aquello
que nos acerca la vida
siento cómo se acelera el latido
de este corazón que me habita
y a veces, algunas veces,
siento su pena y su desconsuelo.
Cada nueva mañana, cada nuevo amanecer,
es un verdadero regalo para los sentidos
con nuevas luces,
para iluminar caminos y sendas;
nuevas oportunidades,
para poder decir o enmendar;
nuevos sueños,
para poder ser cumplidos;
nuevos retos,
para intentar alcanzarlos…;
y también a veces, algunas veces,
con viejas y nuevas sombras.
Sé que desde el instante en el que nacemos
la muerte forma parte de nuestra vida
pero no sé, en verdad no sé,
si es la vida la que en un instante inoportuno
invita a la muerte para acercarse hasta nosotros,
a hurtadillas,
y arrebatarnos a destiempo a veces, algunas veces,
el latido de un corazón,
o es la misma muerte la que sin pedir permiso alguno
se acerca, aun sin haber sido invitada, para cumplir
con su razón de ser, o no ser.
¿Razón de ser o no ser?
¿Qué razón o sinrazón puede haber
en apagar la vida de un niño?
¿Por qué permite la vida que la muerte
ocupe su lugar en un corazón
que apenas comienza a latir?
¿Qué razón o sinrazón puede consolar a unos padres
al ver partir a su hijo
antes de ver cumplidos sus sueños,
antes siquiera de haber empezado a soñar,
antes siquiera de haber empezado a vivir,
antes si quiera de haber empezado a caminar?
A veces, algunas veces, cuando pienso
en todo aquello que nos acerca la vida
siento la pena y el desconsuelo
de este corazón que me habita.
.
.