No sé si cuando teníais diez u once años guardabais recuerdos en una caja de cartón, o en cualquier otro lugar. Yo recuerdo que sí lo hacía, y de vez en cuando la abría para recordar algún momento que quizá se ‘traspapeló’ en mi memoria, o para engrosar su contenido. Objetos de una infancia que recuerdo con alegría.
Pensando y recordando aquella caja, que guardaba algo más que objetos, han nacido estos versos que ahora comparto. Creo que todos tenemos un lugar (próximo o lejano) en el que se acomodan objetos que guardan recuerdos, bien sea una carta, bien unos pétalos de flor entre las hojas de un libro, o vaya usted a saber qué. La memoria es personal e íntima y nadie sabe qué nos recuerda un objeto, un olor, o un sabor, salvo nosotros mismos.