¿Cuántas imágenes puede reflejar un espejo cuando nos situamos frente a él? ¿Vemos lo que somos o lo que creemos ser? ¿Qué nos rodea cuando nos situamos frente a él? Y cuando dejemos de estar frente a él ¿qué ha quedado guardado? ¿lo podrá ver alguien más, en nuestra ausencia? Los espejos y el misterio que ‘guardan’ ha dado para mucho en la literatura, incluso en la vida real con diferentes teorías. Al reflejar ‘lo inverso’ de lo que se enfrenta al espejo, le da un ‘poder mágico’.
A veces es interesante presentarse frente al espejo y preguntarse; sin miedo a la imagen que nos devuelve; sin miedo a lo que podamos encontrar si nos miramos a los ojos. ¿Lo has probado alguna vez? Puede ser una buena terapia cuando uno quiere encontrarse, aun sin haberse perdido. Reflexionando sobre la imagen que devuelven los espejos, que nos habla con ese lenguaje silencioso que solo quien mira puede comprender, nacen estos versos que ahora comparto.
Frente al espejo nos situamos al despertar; al acostarnos; cuando nos afeitamos; cuando nos pintamos; cuando queremos observar ‘algo’; cuando queremos ver nuestra imagen; cuando vamos a salir de casa; en los espejos de los ascensores; en escaparates; en los retrovisores de los coches… ¿Perseguimos los espejos, son los espejos los que nos persiguen a nosotros?
Si te apetece puedes escuchar estos versos.
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Llueven palabras
lejos de la tormenta
reflejos que la sinceridad del espejo
devuelve a los ojos que aún miran
la ausencia.
Nada es lo que parece ser
después de haber sido
palpita difuminada
la imagen
de la habitación dormida
silencios de otro tiempo
quizá vividos.
Ecos de pasos huérfanos
regalan la negra noche
partieron las estrellas
y partió la luna
partió el tiempo
nada queda
respira lenta la penumbra.
Agoniza silente el espejo
cuatro esquinas
cuatro vértices
cuatro lados
cuatro ángulos…
muertos
solo el reflejo atrapado
huida es ya la imagen.
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😉
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