¿Te has tumbado, alguna vez, sobre la tierra para poder sentir su cercanía y con ello todo lo que trasmite? Yo creo que sí; en el campo; en la playa sobre la arena; a la orilla de un río; en el suelo de casa, quizá sobre una alfombra; bajo la sombra de algún árbol… Quizá lo hayas hecho, sin reparar en que todo tu cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, están en contacto con una fuente de energía gracias a la que vivimos en este lugar al que llamamos Mundo. Es bueno, de vez en cuando, no perder de vista nuestra unión con el Universo.
Procuro tumbarme sobre el suelo siempre que puedo, y sentir. Entornar mis ojos con el fin de percibir por cada poro de mi piel todo lo que la tierra quiera trasmitirme. No pienso, solo siento. No imagino, solo siento. No pronuncio una sola palabra, solo siento. No sueño, solo siento. Y con ello percibo la insignificancia de aquello que por las prisas, por nuestra forma de vida, por la velocidad en la que todo sucede, no suelo percibir. Y me lleno de ello, reconfortándome, para poder seguir caminando.
Hoy es un caluroso día de verano, al menos por estas latitudes en las que me encuentro. Me he tumbado sobre la verde hierba de una pradera, resguardado bajo la sombra fresca de un limonero. Siento como, poco a poco, una inmensa paz me acompaña. Dejo que mis ojos observen, sin prisa; que miren el azul del cielo entre las hojas verdes que se dejan mecer por el viento; que viajen más allá del momento en el que me encuentro en un vuelo libre de ataduras. Creo que, en este tiempo que ahora nos acompaña, es un buen momento para mirar. Para mirarnos.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Tumbado sobre la verde hierba
siento el mágico latido de la tierra
que brota desde el centro de su Universo
hasta alcanzar cada parte de mi cuerpo.
Mis ojos miran el cálido azul de un cielo
troquelado por las vivas hojas del limonero
que danzando con su hipnótico vaivén
me invitan en silencio a bailar con él.
Una solitaria y blanca nube pasajera
observa en su curioso pasear la escena
las cigarras insistentes chirrían a lo lejos
mientras dos mariposas levantan su vuelo.
Vuelven los recuerdos de aquel lejano verano
en el que por primera vez tomé tu mano
y paseando junto a la vereda que recorre el río
tus labios besaron aquella tarde los míos.
Nada nunca es como antes era
ni el último otoño ni la pasada primavera
ni el futuro será como lo ya pasado
ni lo ya vivido regresará a nuestro lado.
Entorno ahora de mis ojos su mirada
para soñar con un nuevo mañana
en el que pueda encontrar corazones
que busquen la luz y se enamoren
de todo lo bello que nos regala la vida
cuando se detiene y de frente te mira
esperando paciente a que decidas camino
cuando surge esta encrucijada en tu destino.
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