No sé si eres consciente de que por muy parecidos que se te antojen los días; por muy monótona que te parezca tu vida; por repetitivas que consideres las imágenes que se asoman a tu mirada… Nunca, nada, se repite aunque te lo pudiera parecer. Solo necesitas aprender a mirar, en especial los pequeños detalles. Muchas veces son los que identifican los momentos, los lugares y a las personas que nos rodean. Es por ello que deberíamos ser conscientes de ello, pues todo aquello que acontece es único e irrepetible.
Nos empeñamos en complicarnos el día a día. Es posible, si no permanecemos despiertos y atentos, que el tedio decida instalarse a nuestro lado y no dejarnos ver lo verdaderamente importante. Puedes hacer la prueba. Levántate una mañana y observa el día, desde el principio. Si a la mañana siguiente haces lo mismo comprobarás que, por muy parecidos que te parezcan, NO lo son. Ni el cielo, ni las nubes, ni el viento, ni los árboles, ni tu rostro frente al espejo, ni la gente con la que te cruces por la calle… Nada permanece. Todo cambia.
En alguna otra entrada he comentado sobre las oportunidades que nos brinda la vida para rectificar aquello que, quizá, no hayamos hecho de forma correcta. Esa es una decisión de cada uno. De ahí la libertad que tenemos a la hora de tomar nuestra propias decisiones y, sobre todo, la libertad de mirar hacia donde queramos mirar. Si bien, no deberíamos dejar engañarnos por espejismos. Si sabemos mirar, aprenderemos mucho más sobre la vida, y lo que debemos o podemos esperar de ella.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Nunca una ola del mar
dibuja la misma onda
sobre la fina arena de la playa.
Nunca una estrella del firmamento
ilumina con la misma intensidad
la cambiante oscuridad de la noche.
Nunca el agua de un arroyo
baña las mismas orillas
mientras camina buscando su final.
Nunca una hoja de otoño
baila incansable la misma danza
hasta serenarse al borde del camino.
Nunca una gota de lluvia
cae sobre los mismos sueños
que tenemos incluso ya despiertos.
Nunca una hoja de amapola
florece cada nueva primavera
sobre los mismos verdes campos.
Nunca una lágrima derramada
recorre el mismo rostro
por iguales que parezcan alegrías o penas.
Si de verdad fuera
que nunca nada regresa igual
que como en un principio fue
¿Por qué empeñarnos en intentar
repetir lo irrepetible
cuando cada amanecer
nos brinda una nueva oportunidad
de rectificar los errores cometidos
o de intentar hacer mejor
aquello que quizá no hicimos?
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