Vivimos en un país democrático, aunque muchas y muchos quieran ponerlo en duda o hacer que los demás lo duden. No es la mejor democracia, pero es la que tenemos y debemos cuidarla, conservarla y, en la medida de lo posible, mejorarla. Y cuando se celebran unas elecciones es –o debería ser– una gran fiesta. Yo intento participar, y no solo cada cuatro años depositando mi papeleta en una urna, pero siempre con la palabra y con la verdad. Dejo las mentiras para otras y otros.
Quizá no tengas claro qué votar. Yo, a veces, he tenido mis dudas, lo confieso. En lo que NUNCA he tenido duda alguna es en saber lo que NO quiero. No quiero volver a un tiempo en el que la desigualdad es mayor entre las personas; en la que los intereses de unos pocos se impone sobre la mayoría; en que los derechos de algunos colectivos se pisoteen; en el que no se reconozca la violencia contra las mujeres, por el simple hecho de ser mujer; en el que no se reconozco el cambio climático que estamos ocasionando a este mundo prestado que debemos dejar a otras generaciones. Sé, sin duda, lo que NO quiero. NO pienso «comulgar con ruedas de molino».
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Yo voto
tú votas
¿él o ella votan?
Nosotros y nosotras votamos
vosotras y vosotros votáis
¿ellos y ellas votan?
Quizá ella o él
quizá ellas o ellos
no voten
y nos reboten, con su actitud,
contra el muro
de la intransigencia
de las mentiras
de las falsedades
de la hipocresía
y de la indecencia
de esos intolerantes
que así lo pretenden,
y nos golpeé de lleno en el rostro
como siempre nos ha golpeado
el odio la incomprensión y el miedo
de aquellas y aquellos
que no conocen
que no entienden
que no aceptan
lo que no entra en sus cabezas
por el ángulo obtuso que las coronan.
No nos dejemos convencer
por sus falsas verdades
o por sus verdaderas mentiras.
No comulgo con sus ruedas,
ni con sus molinos,
y por eso voto
¿Y tú, votas?
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