¿Recuerdas haber cogido una margarita, o cualquier otra flor, en algún momento, y haberla deshojado pétalo a pétalo, esperando una respuesta, normalmente afirmativa? En mi caso sí, y más de una vez. En ciertos momentos o a ciertas edades buscamos en ese azar, que nos proporciona una indefensa flor, la respuesta que no queremos darnos nosotros mismos y que, en muchas ocasiones, es más que evidente. Si lo tomas como un juego, pudiera resultar ‘divertido’, pero no confiemos decisiones, que pudieran ser importantes en nuestra vida a unos pétalos cuya misión, nunca fue esa.
Ya lo he referido en alguna que otra entrada anterior. Estoy convencido de que muchas veces emprendemos un viaje, un largo viaje lleno de dificultades y encrucijadas, en busca de respuestas, cuando todas ellas están en cada uno de nosotros. No tengo duda alguna. Quizá ignoremos ese extremo. Quizá no nos atrevamos a buscar, en nosotros mismos, lo que sabemos que ahí aguarda, paciente, a ser descubierto, no sea que encontremos, sin buscarlo, algo no deseado (o tal vez sí, pues tan solo sea desconocido). Bienvenidos aquellos y aquellas que decidís emprender esa búsqueda interior.
No responsabilicemos a una flor por una decisión tomada y que no resultó como esperábamos. Las flores no deciden, decidimos nosotros y nosotras. Las flores no se equivocan, nos equivocamos nosotras y nosotros. Las flores no piensan, pensamos, o deberíamos pensar, cada uno de nosotros y nosotras. Disfrutemos de la fragancia que nos proporcionan las flores; de sus colores; de sus formas; de sus hipnotizantes movimientos cuando el viento las acaricia… Disfruta, si te apetece, de la lectura de estos versos, o escúchalos en mi voz.
.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
Deshojar una margarita
pétalo a pétalo
para encontrar esa sencilla respuesta
a la pregunta de “¿Me ama o no me ama?”;
para hallar esa respuesta sencilla
a la pregunta de “¿Será o no será?”
¿Cuántos pétalos de flores deshojadas
alfombran el destino de los enamorados inciertos?
¿Cuántos pétalos de flores deshojadas
cubren las desdudadas dudas de todos aquellos
que buscan la ansiada respuesta?
Recuerdo aquella primera vez
en la que tomé entre mis dedos
una frágil margarita que solitaria
encontré al borde del camino.
La miré con la sincera esperanza
que latía en este corazón enamorado
que palpitaba, de duda en duda,
en una juventud ya lejana.
Antes de arrancar el último pétalo
de su receptáculo
ya conocía la respuesta a mi pregunta.
¿Por qué deshojar esta flor de flores
para pretender obtener esa anhelada respuesta
que habita en mi corazón?
¿De dónde mi temor?
¿De dónde mi zozobra?
¿De dónde esas dudas
cuyas respuestas tienen un único origen?
No he vuelto a deshojar una flor,
pero sí he disfrutado de su tacto
y de su fragancia y de sus colores,
desdudando mis dudas en ese rinconcito
del corazón donde aguardan, pacientes,
todas las respuestas.
.
.