Cuán frágil es nuestra memoria. Qué pronto olvidamos lo que no hacía mucho hacíamos o decíamos. Qué fácil es mirar hacia otro lado cuando algo no nos gusta o nos molesta. Qué fácil les resulta a los que mandan y se supone que velan por nuestros interés (hace tiempo que sé que nada más lejos de la realidad), llenar de ruido nuestros oídos para que no escuchemos nuestros pensamientos. Verdaderos intoxicadores. Verdaderos mentirosos. Pensemos. Leamos. Escuchemos música y no ruido.
Es bueno y saludable expresar lo que pensamos. A mi me gusta hacerlo en este espacio en el que comparto versos todas las semanas, y también en otros foros. Pero no deberíamos engañarnos y echar la culpa a terceros por decisiones que tomamos nosotros. Sabemos que esta pandemia ha hecho cambiar, y mucho, nuestros hábitos, pero deberíamos saber distinguir entre lo que debemos y no debemos hacer, y lo que podemos y no podemos hacer. A veces no coinciden.
En estos versos que ahora comparto, he querido rescatar algunas cosas que hemos dejado olvidadas, arrinconadas, abandonadas…; creo que demasiadas, sin entender muy bien la razón. Esto no ha pasado todavía y por querer salvar, no sé qué, creo que hemos hecho un pan como unas tortas. por lo tanto, te propongo que abras la ventana, esa a la que salías a aplaudir hace unos meses, entornes tus ojos, respires profundamente…, y sientas, Solo eso, siente.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Salió la otra tarde a pasear
y encontró un haz de abrazos abandonados
entre el contenedor azul y el amarillo
abrazados con la cinta de un olvido
y una blanca nube sobre la acera,
un cielo azul preñado de besos
que el viento acompañaba sin prisas
hacia un dorado horizonte.
Suelos alfombrados de pasos perdidos
sin rumbo al que dirigirse,
un puñado de aplausos sonoros
que alguien debió dejar arrinconados
una tarde cualquiera
un poco después de las ocho
con el eco aún resonando en algún oído.
Una caja de tela color violeta
a la que asomaban descuidados
más de cuatro sueños,
un par de sonrisas infantiles
y la mirada de dos abuelos
que debieron echar de menos
a sus hijos o a sus nietos.
¡Vaya! –se dijo– ¡Qué desperdicio!
Y sin dudarlo ni tan solo un instante
desabrazó los abrazos abandonados
rompiendo la cinta del olvido
y enseñó a la nube su verdadero camino,
avanzó de puntillas entre los pasos
encontrando un rumbo al que partir
para despertar sus ganas de andar
en busca de lo que habían perdido,
aplaudió con fuerza a los aplausos
arrinconados aquella tarde
después de las ocho
para no olvidar jamás su eco
resonando entre ventanas y balcones,
abrió de par en par y por siempre
la caja de tela de color violeta
para liberar los sueños descuidados,
sonrió miradas y miró sonrisas
haciéndolas todas suyas
porque era padre y abuelo
porque era hijo y nieto
lanzó todo con fuerza a los cuatro vientos
para llevarlo donde quisieran llevarlo
pues los vientos son sabios.
Abre de par en par tu ventana
aunque nada de todo ello veas;
entorna después tus ojos y siente,
siente todo aquello que quieras sentir,
para ti lo rescató la otra tarde en su paseo
y para ti se lo entregó a los vientos.
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Acerquémonos a los espacios abiertos y vivamos.
¡ Bravo! ✔😏
Así es, mi querida Amiga.
Respirar llenando de vida cada célula de nuestro cuerpo, y permitir volar libre esa alma que nos acompaña.
Besos