Creo que muchas veces nos perdemos los pequeños detalles que acompañan nuestra vida, sin reparar en que esos instantes, esa insignificancia universal determina, en el fondo, lo que realmente somos, pues resulta reflejo de lo que hacemos o dejamos de hacer. De lo que vivimos o dejamos de vivir. De lo que soñamos o dejamos de soñar.
Nada es casual. Ni una nube bajo el cielo; ni una ola del mar; ni la caída de un hoja en otoño; ni el trino de los pájaros; ni un pensamiento fugaz; ni un recuerdo que creímos olvidado. Nada se nos aparece por arte de magia, pero al no estar atentos; al no estar prestos a todo lo que sucede en este lugar al que llamamos Mundo, nos convertimos en espectadores dejando de ser los primeros actores de nuestra vida.
Bien haya intervenido la mano del hombre o de la mujer, en aquello que vive a nuestro lado, o haya sido la propia Naturaleza la que dentro de su sabiduría nos regale, no deberíamos perder la oportunidad de disfrutar de todo ello. Hoy he salido a pasear mirando al suelo y al cielo sintiendo mi caminar y rotulando unos versos en el envés de mis sueños que ahora comparto contigo.
Si te apetece puedes escuchar el poema
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Salir a la calle con el alma desnuda
y los ojos de par en par
para descubrir la absoluta sencillez
de los insignificantes detalles
que rodean nuestro día a día
y que pasan desapercibidos
por la ceguera y la rapidez
de una vida que se nos escapa
entre las dedos irremediablemente.
Dejo que mis pies me guíen
por la acera gris que nace en mi portal
antojándoseme infinita
me detengo en el mismo borde del abismo
que me distancia de una calzada habitada
de vehículos que circulan
ajenos al resto del Universo
en el que deambulan los peatones.
Una luz roja
una luz verde
una luz ámbar
arcoíris incompleto que marca ahora el tempo.
Atrás dejo un torrente de humo y ruido
que contamina todo lo que alcanza
de nada me sirve correr
ralentizo mis pasos disfrutando del aire frío
que acaricia mi rostro
el sol me observa embozado tras las nubes
que dibujan sombras sobre mi
y sobre el caminar que camino
todo es luz
y dejo que mi soledad me acompañe
mientras pienso y sueño
en la sencillez del otoño que me abraza
desnudando árboles que pacientes aguardan
el paso del invierno
y la llegada de una nueva primavera.
Todo es sencillo en derredor
insignificantemente inmenso
en los pequeños detalles
que descubro a mi pasar del tiempo.
Una fuente que brota
un gorrión que alza el vuelo
una ráfaga de viento que juega
un pensamiento de fuga en sol menor
un recuerdo que regresa y se acomoda
una nube blanca que parece dibujada
bajo un cielo azul intenso
un caminar pausado
que acompasa sabio
que acompasa lento
que acompasa.
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