Pasan los años, uno tras otro, sin que podamos evitarlo. Es una obviedad, lo sé, pero también sé que después del camino recorrido sigo enamorado de una mirada y de una risa, que me cautivó hace tiempo. Reconozco que alguna mañana, al despertar, me he sentido perdido, quizá como producto de un sueño, o de un mal sueño. Me vuelvo hacia ella, aún dormida, y siento cómo me reconforta su presencia. Como me reconforta su compañía. Qué afortunado de poderme seguir despertando a su lado.
Estos versos son de ella y para ella, como muchos otros de los que habéis podido leer en otras entradas. Cuando me nace un verso, cierro mis ojos y dejo que mi alma y mis sentimientos viajen libres a la búsqueda de las palabras que definan un poema. Me acurruco en un rincón de mi memoria, escribiendo lo que me susurran los vientos, generosos siempre conmigo. Una amiga poetisa me dijo en una ocasión que amar la poesía, escribir poesía, es una forma de vida. Estoy totalmente de acuerdo con su apreciación. Cuando escribo poesía mi vida es otra, de veras.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Seguía prendido de su mirada
de esos ojos grandes y profundos
donde cabía el mar entero
y todos los sueños con los que soñar pudiera.
En ella lo encontraba todo
todo con ella tenía.
Acariciar su piel
mirando aquella mirada;
besar sus labios
mirándose en aquella mirada;
sentir el calor de su cuerpo
dejándose mirar por aquella mirada.
Le enamoraron sus ojos
y la melodía de su risa;
le enamoraron sus abrazos
y la calidez de su corazón;
le enamoraron sus palabras
y la timidez de sus gestos.
Han pasado meses y años
han pasado semanas y días
han pasado tiempos de lluvia
y tiempos de fuerte sequía
y aún sigue prendido de esa mirada
que con su luz ilumina su guía.
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