Deja que te cuente su historia, en estos versos de domingo

logoLa poesía, a veces, vive en el aire esperando una ráfaga de viento que la acerque hasta donde sea necesaria. Otras veces, vive entre las páginas de un cuaderno aguardando, paciente, a que alguien tenga la necesidad de abrir sus páginas y descubrir lo que cuenta. Otras, también, palpita en el corazón del enamorado o enamorada del mundo, cuando sus ojos observan lo que el Universo quiere mostrarle. Otras, como cada semana, se muestran azul sobre blanco en este lugar de encuentro, desde el que te escribo.

Él se llama Alberto y ella Elena. Dos caminos, dos vidas, dos corazones que, en un momento determinado, confluyen en un mismo tiempo y en un mismo espacio. Quizá sienten la cercanía el uno del otro, aun sin verse. Quizá ella sueña con hablarle desde hace algún tiempo. Quizá él espera que alguien le vuelva a hablar del azul del mar y del susurro de las olas. Quizá ambos sueñen en un imposible. Sin embargo, los sueños pueden cumplirse, si los persigues.

Déjame que te cuente parte de su historia en estos versos. Una insignificante parte que nació hace cuatro años, siete meses, tres semanas y cuatro días, en una pequeña ciudad de eso que han dado en llamar la España vaciada. No sé si se han dado cuenta de que en esos lugares palpitan corazones que viven y sueñan. Corazones que necesitan lo mismo que necesitamos los que vivimos en otro lugar más poblado o con mayores infraestructuras. Permíteme que llene con poesía, aquel rinconcito que lo necesite.

.

Si te apetece puedes escuchar el poema

.

El anochecer encendía las farolas

y los coloridos escaparates de los comercios

mientras el silencio se apartaba

dejando espacio a múltiples sonidos.

 

No es que fuera una calle bulliciosa

pero cierta melodía reconocible

acompañaba su pausado caminar

hasta alcanzar el portal de su casa.

 

Y así cada noche

desde hacía

cuatro años, siete meses,

tres semanas y cuatro días,

cuando consiguió trabajo en aquella caseta

que la ONCE le había adjudicado.

 

Siempre había sido un joven amable

no solo por el sonido de su risa

sino por la luz de unos ojos azules

que cuando los mirabas y te miraban

eran capaces de acercarte el susurro del mar.

 

Aquel accidente de tráfico

alejó para siempre aquel susurro

apagando el azul luminoso

en un mirar como ausente.

 

Conocía dónde estaba cada tienda

por sus sonidos y aromas,

y cada banco y cada farola

y cada papelera y cada bordillo

y cada semáforo y cada portal…

Sabía dónde estaba todo

aunque él se sentía perdido.

 

Se detuvo de repente,

sentía que algo o alguien

se había interpuesto en su camino,

movió su bastón blanco

de derecha a izquierda,

movió su bastón blanco

de izquierda a derecha

haciéndole chocar con algo…,

algo desconocido para él.

 

Hola, me llamo Elena,

y llevó observándote cada noche

desde hace cuatro años, siete meses,

tres semanas y cuatro días,

y hasta hoy

no me he atrevido a hablar contigo.

 

Extrañeza al principio,

sorpresa después,

curiosidad tras un instante.

 

Sé que te llamas Alberto,

y he podido ver el azul del mar en tus ojos,

me gustaría escuchar el murmullo de sus olas,

solo si tú me lo quieres mostrar.

 

Él sonrió

y ella le devolvió una sonrisa

que él pudo sentir.

Recogió su bastón blanco

doblándolo bajo el brazo,

alargando su mano hacia ella

para poder caminar juntos.

 

El anochecer encendía las farolas

mientras el silencio se apartaba

dejando que dos vidas se encontrasen

para escuchar de nuevo el susurro del mar.

.

:)

.

2 comentarios:

  1. Y el rumor de las olas les susurró ..¡ Amor…!
    Precioso.😘

    • Si supiéramos escuchar todo lo que la Naturaleza nos habla, seríamos mejores personas, no tengo duda alguna, pero no tenemos tiempo de pararnos y escuchar. A veces, es un buen ejercicio hacerlo, solo así descubrimos las sencillas cosas que nos regala la vida cada nuevo amanecer.
      Gracias por tus palabras, mi querida Amiga.
      Besos

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