Me gustaría soñar que esta sociedad en al que vivimos no tuviera que celebrar días señalados. Si lo hace, si lo hacemos, es porque es NECESARIO e IMPRESCINDIBLE para que NO nos olvidemos que hay colectivos que sufren, y miembros de algunos de ellos que son asesinados por el simple hecho de ser de diferente sexo, raza, creencias o ideales. Ayer se celebró el «Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer», con el fin de denunciar la violencia (y asesinato) que se ejerce sobre las mujeres por el ‘simple hecho’ de serlo. Lamento que haya partidos políticos en nuestro país, con representación en las Cámaras y en muchos gobiernos municipales y autonómicos, que ningunean o frivolizan con esta lacra.
Los hombres debemos despertar (aquellos que aún sigan dormidos) y al alzar la voz o desmarcarse. NO podemos hacer mofa o reír los chistes machistas. NO debemos alentar estas prácticas con nuestra complicidad. NO podemos educar a nuestr@s hij@s en el machismo. NO debemos permanecer en silencio o mirar para otro lado mientras asesinan a mujeres. Mujeres, abrid los ojos, NO existen los príncipes azules, NO necesitáis que nadie os salve o que os proteja. Solo, y si vosotras queréis, buscad un compañero de viaje que sepa caminar a vuestro lado y, sobre todo, que os respete. Que os acepte como sois y que no pretenda cambiaros. ¿Por qué? ¿Por qué necesitaría cambiaros? Mucho cuidado con los cantos de sirenos; son mentira. Permitidme que comparta unos versos, en los que os hablo de ella.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Duerme la ciudad
mientras las farolas difuminan
calles y avenidas
iluminando sueños
que están por alcanzar.
Aún no despertó el amanecer
pero ella ya está en pie
frente a la ventana de su habitación
a su espalda duerme la soledad;
ha subido la persiana
pero no ha descorrido las cortinas.
Todavía tiembla al recordarle,
al recordar días de infierno
semanas de infierno,
meses de infierno,
años de infierno, impotencia y miedo,
mucho miedo.
Nunca sospechó de él
nunca dudó de él
nunca pensó que él…
Dicen que “el amor es ciego”
y aquella ceguera
en ella se había vuelto crónica.
Solo veía por sus ojos,
justificando lo injustificable,
no escuchaba lo que le decían
sus amigas, su familia o su instinto,
no veía las claras señales
que aquel avezado depredador
marcaba en su camino,
o quizá no quiso verlas;
tal vez tan solo fueran
una prueba de su amor por ella.
Duerme la ciudad
mientras las farolas difuminan
calles y avenidas
iluminando sueños
que están por alcanzar.
Revive aquel día como si fuera ayer
cuando sintió
la muerte de cerca,
cuando sintió
que el aire le faltaba,
cuando sintió
que su corazón dejaba de latir,
cuando sintió
las manos de él atenazando su cuello…,
cerró los ojos
y ya sin fuerzas para luchar se dejó ir.
Escuchó voces a lo lejos
pero no podía abrir sus ojos,
escuchó voces a su lado
pero no podía articular palabra,
sintió sobre su piel desnuda
el frío de los aparatos
que le devolvieron al calor de la vida
y poco a poco fue abriendo sus ojos.
Se recuperó de su ceguera
como el día recupera el amanecer
después de partir la noche;
recuperó la cordura perdida
y la recostó sobre su almohada
para que acompañara sus noches.
Ha descorrido las cortinas
y el sol acaricia suave su rostro.
La ciudad comienza a despertar
y aún hay farolas que iluminan
los sueños que están por alcanzar.
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