Deja que la poesía acerque tus recuerdos en este domingo de otoño, en el que parece haber amanecido la primavera. Cada día es un verdadero regalo y, en este en concreto, me ha apetecido sobre manera salir a pasear por caminos y sendas que recorría, o más bien corría, cuando en mi niñez pasaba tiempo en el pueblo con mi abuelo. Bien a pie o en bicicleta eran lugares de juegos a orillas de un río que nos refrescaba cuando decidíamos parar a descansar, o a inventar alguna trastada.
De un tiempo a esta parte son muchos los recuerdos que, sin ser llamados (o eso creo), les da por aparecer en cualquier momento, desde el desván de mi memoria para regalarme, sí, regalarme unos instantes de felicidad, pues es una época que recuerdo con mucho cariño. Viví momentos que mejor no revivir, aunque creo recordarlos todos, pero me apetece mucho disfrutar de los instantes felices que fueron, dejando a un lado aquellos que no lo fueron, o lo fueron menos. De todo hubo. La niñez, es lo que tiene.
He vuelto a esos lugares, y he dejado que mi mirada mire con los ojos que antaño lo hacía, pero con la experiencia del niño que se ha hecho adulto, y me he sentido feliz. Por las sensaciones; por el murmullo del agua de ese arroyo cercano en el que nos bañábamos, en el que jugábamos, en el que soñábamos con hacernos mayores ¡Hacernos mayores! Y ahora que soy mayor, siento la alegría de haber llegado, y poder regresar a una infancia que nunca he considerado perdida. He vivido, y estoy vivo. Gracias.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Esta mañana el otoño
me ha regalado un día de primavera
y he sentido la necesidad
de salir a pasear por estos Campos de Castilla,
que aún verdean laderas,
a orillas del río Cigüeñuela.
Ese río que en mi niñez
me parecía más grande
y que ahora se me antoja
un pequeño arroyo de montaña,
escoltado por sauces llorones y álamos,
en el que antaño refrescaba mi piel,
o incluso saciaba mi sed con su agua fresca.
He sentido bajo mis pies
las huellas de ese niño que fui
y que aún siento latir, dentro de mi,
más veces de las que podría imaginar
observando lo que en otro tiempo anduve,
imaginando lo que espero me quede por andar.
No sé si al cumplir de los años
los recuerdos deciden aparecer,
aun sin ser llamados,
por su simple antojo o capricho,
mas no me importa la razón
y bienvenidos sean a su llegada
pues siento cómo mis ojos miran
de diferente forma el entorno,
escucho sonidos que creí olvidados
y percibo fragancias que me trasladan
a otro tiempo sin necesidad de viajar.
Caminar sobre los recuerdos
para sentir
lo que he vivido;
caminar sobre los recuerdos
para sentir
que estoy vivo.
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