No es necesario señalar las múltiples diferencias o connotaciones que existen entre las palabras «casa» y «hogar». Creo que todas y todos lo tenemos bastante claro. Daría para varios ensayos si nos pusiéramos a analizarlas, sacando las conclusiones pertinentes. Sin embargo, una vez que la poesía participa, la visión se multiplica hasta alcanzar un número inimaginable. Al menos, el mismo que poetas y poetisas habitan, han habitado y habitarán este lugar al que llamamos Mundo. ¿Dónde está nuestra casa? ¿Hemos conseguido hacer de nuestra casa un hogar? ¿Tiene casa, tienen hogar los invisibles?
He querido compartir unos versos prestando mi voz a alguien que no la tiene. Estoy convencido de que todos y todas conocemos a alguna persona invisible. En nuestra ciudad, en nuestro pueblo, en nuestro barrio, en nuestra calle… Demasiadas personas que, quizá, no eligieron esa situación. Su casa es la casa de muchos, por la que muchos caminan. Su casa se ha convertido en un hogar. Su hogar. Gracias poesía por prestarme tu mirada.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Mi casa no tiene paredes ni muros
mi casa no tiene salón, ni dormitorios, ni baño;
mi casa no tiene puertas que cerrar o que abrir;
mi casa no tiene ventanas por las que mirar y observar.
Mi casa tiene calles y plazas
alcorques para recoger el agua de lluvia
de la que beben los sedientos árboles
que adornan algunos de sus rincones.
Mi casa tiene edificios con oficinas
y cines y teatros y bares y restaurantes…
Incluso un Primar, una Casa del Libro,
un Mercadona y un Mc’Donalds, en una esquina.
Mi casa tiene farolas y semáforos tricolores
y coches con familias y autobuses de línea;
un buen puñado de taxis, con sus luces rojas y verdes
y dos bocas de metro por las que entran y salen almas.
Mi casa tiene palomas que la recorren
y cotorras argentinas y gorriones
y urracas y mirlos y vencejos,
incluso he visto alguna cigüeña
y un par de gaviotas perdidas.
Mi casa tiene ratas y ratones
que veloces recorren sus calles
intentando encontrar algo que llevarse a la boca.
Mi casa tiene perros abandonados
que transitan sin rumbo buscando
una mano amiga, o tan solo una caricia.
Mi casa, por el día, tiene como techo
un inmenso cielo azul, a veces,
adornado por blancas y esponjosas nubes
que dibujan caprichosas formas.
Mi casa, por la noche, tiene como techo
un inmenso cielo oscuro preñado de estrellas
al que, algunas veces, se asoma la luna
con sus caprichosas formas para velar mis sueños.
Mi casa es la calle en la que me encontré un día
cuando perdí mi hogar y mi trabajo y mi familia…,
y a mí mismo.
En mi casa hay una caja de cartón
en la que duermo cada noche,
antes guardó una nevera de dos puertas
que alguien compró en El Corte Inglés,
ahora es mi casa, mi colchón y mi refugio.
Hace tiempo que me convertí en invisible
apostado en una esquina de esta ancha acera
por la que discurren ríos de gentes con sus prisas,
sus ocupaciones o preocupaciones,
con sus sueños o frustraciones.
Mi casa, no es solo mi casa;
mi casa, no es exactamente una casa.
Es una calle de una ciudad sin nombre
en la que ahora espero el pasar del tiempo
con la única compañía de mi soledad,
una noche tras otra;
un día tras otro;
un sueño tras otro.
Mi casa, no es exactamente mi casa;
mi casa, no es solo mi casa
mi casa, es ahora mi hogar.
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