El que yo escriba aquí que hay una guerra, ‘en las puertas de Europa’, no es nada novedoso. No estoy dando una noticia que se desconozca, o aseverando algo que no sea cierto. Pero sí me gustaría que no nos olvidásemos de que sigue habiendo numerosas guerras (dejemos a un lado eufemismos), en nuestro planeta, que no deberíamos olvidar: Siria, Yemen, Afganistán, República del Congo, Myanmar, Palestina, Haití… Sé que me dejo alguno por nombrar, pero la lista se haría interminable si tomo en consideración aquellos que persiguen a sus ciudadanos por sus ideas, religión o sexo, encarcelándolos o condenándoles a muerte.
Permitidme unos versos que brotan desde un corazón que no entiende la sinrazón, ni el proceder del Ser Humano que, creo (estoy convencido, mejor expresado así), es el menos humano de los seres. No vivamos ajenos al dolor y el sufrimiento de hombres, mujeres y niños que deberían tener los mismos derechos que nosotros, pero por haber nacido en otras latitudes no los tienen y, me temo, que aún están muy lejos de conseguirlo. Ayudemos a que esto se haga realidad NO silenciando nuestra voz. La poesía nos puede conectar y, desde luego, le pone voz a los que no pueden alzarla porque el miedo y la distancia juegan en su contra, y tampoco disponen de los medios, en muchas ocasiones.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Creí que había perdido el corazón
cuando dejé de sentir su latido;
al final fue una falsa alarma
pues tan solo había dejado
de bombear la sangre
que me conecta con la vida,
y todo,
por las noticias que leo y veo,
por las noticias que miro y escucho…,
y no comprendo.
El asesinato de hombres, mujeres y niños
en indiscriminada condena a muerte;
el asesinato de mujeres, niños y hombres
en matanzas irracionales y sinsentido;
el asesinato de niños, hombres y mujeres
masacrados todos por… ¿Por qué?
Qué respuesta podría justificar lo injustificable;
qué argumentación podría dar sentido
a la destrucción y la muerte;
qué excusa se puede esgrimir
para que el Ser Humano, una vez más,
actúe como el mayor enemigo de sí mismo.
Ahora es Ucrania,
y ahora siguen siendo, también,
otros países los que permiten, vergonzosamente,
la continuidad de guerras interminables
y la creación de campos de refugiados
en los que el futuro no existe
mientras la vida continúa, en la distancia,
como si nada sucediera,
enriqueciendo a los que siempre se enriquecen
en las desgracias humanas.
Cuánta hipocresía
ante la destrucción;
cuánta hipocresía
ante la aniquilación;
cuánta hipocresía
ante la sinrazón;
cuánta hipocresía…
¿Hasta cuándo?
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