Son muchos y diversos los sentimientos que nos habitan, a todas y a todos, y esto es una obviedad. Los hay positivos y, por supuesto, negativos. Todo dependerá de cómo los ‘alimentemos’ para que unos dominen frente a otros. Pero, ¿sabemos reconocerlos? ¿Sabemos cómo gestionarlos? ¿Sabemos cómo podemos ‘anularlos’, si nos sentimos invadidos por su sombra? No es fácil, pero para ello debemos reconocer que ‘algo’ nos ocurre, que entristece y ensombrece nuestro corazón y, seguidamente, apartarlos. Y para eso lo mejor es conocernos. Saber, verdaderamente, lo que late en cada uno de nosotros y nosotras.
Vivir es un vaivén continuo, un laberinto trenzado, a veces, de caminos sin salida en los que podríamos perdernos. Para ello nada mejor que vivir despierto. Persiguiendo sueños, pero despiertos a la vida; tomando decisiones cada instante; pero despiertos a la vida; reconociendo nuestros errores e intentando enmendarlos, pero despiertos a la vida. A veces, algunos sentimientos negativos pueden llenar de sombras nuestro corazón y debemos, sí o sí, encontrar una solución que aparte cualquier atisbo de sombra de nuestro caminar diario. Permitidme, por favor, que comparta unos versos llegados del lugar en el que nacen los sueños. Feliz vida. Felices sueños.
.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
Quiso encerrar la envidia
y el rencor,
que volaban a su libre albedrío
alcanzando cualquier rincón
de su lastimado corazón,
pero no sabía cómo hacerlo.
Cada día,
cada instante, infinitamente pequeño,
cada sístole,
cada diástole,
desaparecía, poco a poco la luz,
mientras amenazantes sombras
iban ocupando un espacio
que no les pertenecía,
pero que él, con su despreocupación
y desidia
dejó crecer
y crecer
y…
No le dio importancia al principio
y tampoco después.
“Ya pasará”;
pensaba.
“Tampoco será tan malo”;
se justificaba.
“Esto le pasa a cualquiera”;
intentaba convencerse.
Pudiera ser que sí.
Pudiera ser que no.
Cada vez más dudas,
cada vez más preguntas,
cada vez más sombras,
cada vez menos respuestas,
cada vez…
cada vez más oscuridad
en su lastimado corazón.
Soñó que soñaba un sueño
y sin querer despertar
siguió soñando.
Había construido un bello salón
adornado con riquezas y majestuosos espejos,
relucientes, atractivos, hipnóticos,
en el que cada quien o cada cual
podía ver lo que quisiera;
donde convocó a la envidia y al rencor.
Entró primero el rencor
seguido por la envidiosa envidia,
mas maravillados quedaron
cuando observaron la agradable estancia
y sus riquezas,
y en sus espejos se vieron
y se gustaron;
presumieron de sus figuras,
y de su fuerza
y de su sombra iluminada.
Así el corazón de él quedó libre
de rencor y de envidia,
de envidia y de rencor
por un instante, infinitamente pequeño.
Y mientras se deleitaban con sus imágenes
reflejadas en cada espejo,
él abandonó el salón, en sigiloso silencio,
y cerró tras de sí la puerta
con siete vueltas de llave.
Dentro quedaron ellos;
fuera quedó él.
Soñó que soñaba un sueño
y cuando despertó
sintió una luz diferente
latiéndole en su corazón;
y en aquel rincón,
en el que nacen los sueños,
encontró una llave
hecha de luces y de sombras
con una leyenda que decía:
“Salón de los espejos, no abrir”.
.
😉
.