No sé si el tiempo corre detrás de mí, o soy yo el que corre detrás del tiempo. Quizá sea yo el que tiene prisa por llegar y, a veces, me pregunto que llegar a dónde. A dónde quiero llegar tan rápido que por el camino, muchas veces inconscientemente y las menos conscientemente, me he perdido lo mejor del viaje. Está bien ir poniéndose metas a las que llegar para con ello ir creciendo y avanzando. Está muy bien como teoría, y si quieres como realidad también. Pero te has preguntado, alguna vez, por qué.
Y no digo que eso esté mal o sea negativo. Quizá es una forma de protegernos, o justificarnos, o consolarnos, o comprendernos… Lo que quiero decir es si, en algún momento, te lo has preguntado. Incluso diría más. No importa la respuesta, pues seguro que, cada una y cada uno de nosotros, tendremos la nuestra, y por qué no ser todas ellas válidas. Quién determina esa validez cuando nosotros, y solo nosotros, deberíamos decidir sobre nuestra vida.
En estos versos el viajero, que puedo ser yo; ¿por qué no? O que puedes ser tú; ¿por qué no? Decide en un instante detener sus pasos y tomar, de verdad, las riendas de su vida y ganar el tiempo. Y no me refiero a lo que a veces nos persigue y nos decimos de, no perder el tiempo o malgastar el tiempo. Deberíamos ser conscientes del tiempo que vivimos. Deberíamos ser conscientes de que el tiempo que tenemos, no es ilimitado. Deberíamos ser valientes y, como dicen los versos compartidos, ganar el tiempo. Ser conscientes de ello, sí, y ganar el tiempo.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Y como todas las mañanas
de todos los otoños salió de su casa
con el mismo destino,
de todas las semanas,
de lunes a viernes.
Las mismas caras de siempre,
siempre los mismos paisajes;
el mismo camino de siempre,
siempre las mismas pisadas.
Sin saber muy bien por qué
algo hizo detener su caminar
junto a ese solitario banco de madera
que nunca tuvo compañía
pues tan solo hacía que esperar.
Se propuso sentarse un instante
y observar;
observar lo que nunca antes había observado.
Y escuchar,
escuchar lo que nunca antes había escuchado.
Las nubes viajaron sobre su figura
bajo un cielo azul inmenso
que no parecía tener horizonte;
también viajo el sol de un extremo
hasta casi alcanzar el otro;
también viajaron los vientos,
aventando hojas caídas y sueños;
también la luna quiso acompañar ese instante,
cuando las estrellas comenzaron a brillar.
¿Qué hacemos aquí?
¿Por qué te has detenido?
–escuchó decir a una voz familiar–.
Después de días y años,
después de ocasos y amaneceres
ya vividos,
dijeron sus labios,
me he decidido a detener mis pasos
y así ganar el tiempo.
Sí, por fin,
he decidido ganar el tiempo.
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