Un domingo; unos versos; un mes. Unos versos para un domingo de marzo

hex0¿Qué puede llevar a una persona a dejarlo todo (si algo tenemos), y decidir ‘vivir’ en las calles? En algún momento, antes de verse en esa circunstancia, formaron parte de esta ‘sociedad’ que por razones diversas todas y todos queremos salvaguardar, olvidando, que también son parte de esta sociedad que les vuelve las espalda y les margina.

La crisis interminable, que algunos ‘no vieron venir’; que otros aseguran que ‘ya ha terminado’; que otros reconocen ver ‘brotes’ de todos los colores habidos y por haber…; están acentuando situaciones en las que muchas familias están en ‘riesgo de exclusión’, sin que los que deben protegerles (que para eso se les ha elegido) hagan NADA para rectificar o revertir esta situación, injusta e indecente.

Con estos versos quiero compartir mi indignación; quiero compartir una situación que. lamentablemente, le pasa a ‘gente normal’, hasta que la vida, su vida, se trunca, muchas veces, sin previo aviso. Una mala decisión en un momento determinado. La ‘mala suerte’ que a veces nos acompaña. Qué más da. Hoy tenemos un techo. Mañana…; nadie conoce qué pasará mañana. No es pesimismo. Es realidad.

Si te apetece puedes escuchar estos versos:

.

He salido de casa

como todas las mañanas

y como todas las mañanas

he dejado que mis pasos

dibujasen

de nuevo sobre las aceras

el mismo rastro invisible

que dejan mis huellas

un día tras otro

camino de mi oficina.

 

Sin embargo

esta mañana no ha sido

como todas las mañanas

mis pasos han decidido detenerse

frente a él

sin consultarme

sin preguntarme

sin importarle opinión alguna

tan solo

se

han

detenido

negándose a continuar.

 

Estoy de pie

inmóvil

frente a una caja de cartón

abierta por un extremo

que en otro tiempo guardó

un frigorífico “no frost”

de doble puerta con dos compresores

y con eficiencia energética triple A

según delata una gastada etiqueta

y ahora protege

celosa

el cuerpo de un hombre

su cuerpo

envuelto entre mantas y papeles

ocultando el tiempo y el pasado

a la indiferencia de la vida.

 

¿Qué pudo traerle

hasta esta calle?

¿Dónde quedó su hogar

si alguna vez lo tuvo?

¿Dónde su familia?

¿En qué momento

se detuvo el tiempo y la esperanza

si en verdad

hubo esperanza y tiempo?

 

Cada tarde cuando regreso a mi casa

veo su figura

sentada sobre la acera

con la espalda apoyada

sobre la pared de esa sucursal bancaria

que vendió “preferentes” a esos clientes

que confiaron en sus empleados.

 

No conozco el color de sus ojos

pues jamás le vi levantar la mirada

siempre fija en un suelo huellado

de silenciosas confesiones.

Se mueve.

Algo le incomoda.

Quizá sea mi presencia pero no puedo moverme.

 

Una de sus manos

se ha liberado por un instante

y al sentir el frío de la mañana

ha regresado a la escasa protección

que papeles y mantas procuran.

 

He sentido un escalofrío

recorrer mi espalda

hasta posarse entre mis hombros

justo bajo mi nuca

he visto en su mano mi mano…

esa que cada mañana

abotona mi camisa y anuda mi corbata

esa que cada día

toma la mano de mi pequeño

cuando voy a buscarle a la escuela

esa que muchas noches

acaricia la suave piel de mi pareja…

 

Y si su mirada

se cruzase con el mirar de mis ojos

¿qué vería yo?

¿Qué vería él?

¿Qué veríamos?

.

:(

.

2 comentarios:

  1. Son preciosos. Creo que no somos capaces de mirarlos a la cara. Estamos tan cómodos en nuestro pequeño bienestar¡¡¡¡¡¡¡¡¡

    • Gracias, por tus palabras. mi querida Amiga.
      Muchas veces (y no es justificación), creo que es nuestra propia vergüenza la que nos impide afrontar estas situaciones. La vida, a veces, nos aguarda a la vuelta de la esquina sin saber con qué en su mochila. Ninguno sabemos dónde y cómo estaremos mañana. Besos

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