Solo una poesía, para este último domingo de febrero

logoSupongo que me sucede como a la mayoría de vosotras y vosotros, que hay sentimientos que, a veces, afloran y presentan ‘lo peor’ de nosotros mismos. Van a su aire y son difíciles de controlar. Aprendí, no hace mucho tiempo, a poder dejar a cada uno ‘en su sitio’ y que no se desmanden más de la cuenta. No es nada fácil, pues debes estar en guardia en todo momento porque, sobre todo, los más ‘negativos’ son los que más se empeñan en salir. Creo que influyen mucho los tiempos que vivimos.

Ya no por la consabida pandemia, que sí; sino por cómo vivimos de unos años a esta parte, donde parece que se prima la inmediatez, la competición, el alcanzar la meta sin importarte a quien pisas o perjudicas… Y todo ello poniendo por delante el egoísmo, la intolerancia, la bronca, el ruido, la sinrazón, el odio, la envidia, la venganza, el resentimiento… Y se han dejado a parte, o tal vez enterradas, la empatía, la compasión, la gratitud, el afecto, la admiración, el amor…, incluso la esperanza.

Escuchaba, no hace mucho, a tanta y tanta gente preguntarse sobre cuándo volveremos a la normalidad ¿A qué normalidad? ¿No hemos aprendido nada? ¿No vamos a sacar ninguna enseñanza? De verdad que nos han dejado miles de personas, millones en todo el mundo, antes de tiempo la mayoría de ellas sin que aprendamos. Intento  cambiar mi forma de ver lo que me rodea. Abrir mis ojos como si no me cupieran en la cara y observar. Intentar recortarme todo aquello que no me permita crecer; que no me permita avanzar; que no me permita ser como quiero ser.

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Si te apetece puedes escuchar el poema

.

Quisiera recortar todo aquello

que me sobra desbordando

la silueta de quien soy,

todo eso que a veces perturba el latido

de mi alma

y el decidido caminar de mi corazón

en busca de su ansiado horizonte.

 

La ira, que a veces decide asomarse

por debajo de mis sombras;

la envidia, que llega sin haber sido invitada

y se pasea a mi lado con toda su desvergüenza;

la gilipollez, que se acomoda cómodamente

sentada cuando menos se la espera

asomando sus pies descalzos

por debajo de las alfombras;

el yoismo, que mira una vez tras otra

su reflejo en espejos infinitos;

el odio, que paciente aguarda el adecuado

momento para presentarse…

 

Sé que en mi interior bullen con libertad

mis sentimientos

y que en ocasiones cabalgan desbocados

sin encontrar la salida adecuada.

Me cuesta, a veces, domar su ímpetu;

si bien, creo haber tomado con fuerza

y decisión las riendas

para que no me dominen las tinieblas

que se acercan a visitarme.

 

Me gusta mirar a la cara a mis semejantes

y que puedan observar en la luz de mis ojos

todo aquello que me hace ser como soy,

que me hace ser quién soy,

que me hace ser lo que soy.

 

Quisiera recortar todo aquello que me sobra

y poder alejarlo de mí

y de ti.

.

:)

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2 comentarios:

  1. Continuemos domando los caballos desbocados que nos conforman. Y a los demás, que quieras que te diga…
    La ira, la gilipollez, la envidia, que no se nos contagie.
    Un poema muy sentido ,, querido Amigo. Un abrazo.

    • Txema Contreras

      Debemos estar sempre atent@s, pues en este tiempo que ahora vivimos, es fácil que esos caballos galopen ‘desbocados’, fuera de todo control. El trabajo diario ayuda mucho a poder mantenerlos dentro de su caballeriza. Tranquilos. Relajados.
      Y si tienen que salir, ya les diremos cuándo, cómo y cuánto.
      Cuídate mucho, por favor.
      Besos

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