Se hacen mayores nuestros mayores, y si el tiempo que agota la vida lo permite, también nos sucederá a nosotros. Cuando era niño, muy niño, creí que mi padre nunca envejecería; creí que él lo sabía todo; creía que él era el más fuerte y más grande del mundo; quería ser como él. Luego te das cuenta de que no es así, y tu mundo empieza a cambiar, al menos el mío, y empiezas a sentirte perdido hasta encontrar tu senda.
El tiempo avanza sobre nosotros, sin pedir permiso, y va mermando nuestras facultadas físicas y mentales hasta límites que, a veces, pueden antojarse insoportables. Cuando les alcanza a nuestros mayores y tú lo presencias, puedes encontrarte perdido, al igual que ellos. No te conoce. No recuerda. Sus fuerzas decidieron abandonarle olvidándose regresar. Vuelves a sentirte perdido.
Mi padre tiene 83 años. Igual que muchos mayores, a veces, se encuentra perdido. Estos versos, aunque son para él, quiero compartirlos con todos vosotros. Quizá lo que yo siento; lo que yo percibo; lo que yo vivo en este instante podáis sentirlo alguno. Algunos mayores están con nosotros en casa, otros, sin embargo, están en residencias. Te quiero, papá.
Si te apetece puedes escuchar estos versos:
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Por qué no veo
en tus ojos
la luz que otrora
iluminaba tu rostro.
Por qué tus manos
buscan las mías
y una vez las encuentran
se aferran a ellas
igual que el náufrago
se abraza a los restos del navío.
Por qué tus pasos
no son aquellos
que abrían camino
cuando amanecían
mañanas inciertos.
Por qué se agota
un tiempo
que cuando era niño
creí inagotable.
“Cuánto has tardado
en volver esta vez”
aciertan a pronunciar tus labios
mientras tu mirada
vaga perdida por un espacio infinito;
guardo silencio
tan solo un puñado de horas
agotaron los relojes
desde nuestro último encuentro.
“Demasiado trabajo, papá”
dejo mentir a mi alma.
Tu mano aprieta la mía
mientas mis labios besan la tuya
nuestras miradas se cruzan
parecen buscar el encuentro
mis ojos te ven
los tuyos
parecen vagar el tiempo.
“Te quiero, papá
volveré mañana
y daremos un paseo
por el jardín”.
Tu mirada permanece perdida.
“No te olvides del chocolate
sabes que me gusta…
y un chusco de pan”.
Ya no estás
mis labios besan tu frente.
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😉
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