Creo que podría asegurar, sin temor a equivocarme, que no ha habido durante la historia de la humanidad ningún pueblo o nación, cuyos habitantes no se vieran obligados a huir por guerras, enfermedades, miserias, hambrunas, falta de trabajo, persecución…; o cualquier otra circunstancia que haga que hombres y mujeres arriesguen su vida y la de sus seres queridos para, simplemente, poder vivir. Cuán frágil es nuestra memoria una vez que creemos ‘estar a salvo en nuestra zona de confort’.
¿Cómo es posible que permitamos que mueran inocentes, que huyen de la muerte, en la ‘puerta de nuestra casa’? ¿Y nosotros tenemos la poca vergüenza y la indecencia de llamarnos humanidad? ¿Por qué no hacen los gobiernos lo que sus gobernados les están pidiendo? ¿Por qué se genera y alimenta el odio hacia el que viene de otro país o su piel es de diferente color a la nuestra? No escuchemos los ‘cantos de sirena’ de esos que se creen ‘salvadores de la patria’ o de ‘la raza’. No creamos sus mentiras disfrazadas de indecentes verdades.
He querido hacer una composición sencilla en la que cuento una historia que podría ser verdad. Las personas ‘anónimas’ que mueren en nuestras costas, o a las que se las hacina en ‘campos de refugiados’, son ‘familias normales’. Con sus hogares; con sus problemas; con sus escuelas; con sus trabajos; con su pobreza o con su riqueza; con su vida… Y en un momento determinado ‘alguien’ decide arrebatárselo. No importa la razón. No importa el motivo. Pues NO hay motivo o razón que justifique la persecución y muerte de inocentes. NO LA HAY.
Si te apetece puedes escuchar el poema
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Déjame que te cuente un cuento
pero no será el de “pan y pimiento”
habla de hombres y mujeres indecentes
además de deshonestos e incompetentes.
Habla también de mujeres y hombres buenos
y de familias obligadas a abandonar sus pueblos
por culpa del egoísmo y la sinrazón humana
que solo se ocupa del hoy sin pensar en el mañana.
Khaled, Sara, Samir y Ghada vivían en paz
iban a su trabajo, a su escuela y tenían su hogar
una familia como la tuya o como otra cualquiera
hasta que unos malnacidos iniciaron una guerra.
Huyeron de la barbarie, la miseria y la muerte
cuatro corazones aterrados abandonados a su suerte
tras caminar con el miedo como única compañía
llegaron a la costa mediterránea el amanecer de aquel día.
Al amparo de la noche se trafica con la vida
pues solo si tienes dinero tendrás billete de ida
y en una balsa que ni es barca ni lancha ni navío
se hacinan cuerpos de mujeres, hombres y niños.
Cuatro corazones latiendo de frío y miedo
se aventuran bajo la oscuridad de un negro cielo
agua salada meciendo un incierto futuro
en el que las plegarias imploran por un viaje seguro.
Luces en el horizonte titilan sobre una mar brava
gritos, voces y linternas de móviles inician la llamada
con la esperanza de ser hallados y rescatados
pues cinco días de travesía les ha dejado agotados.
Sin agua, sin comida, sin casi esperanzas
las noches y los días se les antojaban semanas
diez cuerpos tuvieron que lanzar por la borda
cuando les atrapó esa muerte ciega y sorda.
Por fin los supervivientes fueron rescatados
y en un barco a todos han acomodado
un navío para albergar no más de cien almas
navega hacia puerto cercano con la mar en calma.
El Capitán comunica el rescate, su situación y su estado
pero nada ni nadie parece haberle escuchado
unos gobiernos señalan a otros y otros señalan a unos
todo parece indicar que no quieren acogerles ninguno.
Niegan desde sus inalcanzables torres de marfil
la entrada de gente pobre y seguro que hostil
si vinieran cargados de oro, incienso y mirra
abrirían sus casas sin dudarlo pues es grande su codicia.
Cuatro corazones miran una costa que ya parece cercana
con sus sueños en la maleta por si les desembarcaran
quieren finalizar esta interminable y agónica travesía
pero me temo que eso os lo tendré que contar otro día.
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