Mañana es mi cumpleaños y, desde hace un tiempo a esta parte, cada vez que llega esta fecha siento cómo una alegría inmensa, que nace dentro de mí, desborda mi corazón; desborda mi mirada a la que acompañan unas lágrimas de felicidad, mezcladas con otras lágrimas que traen recuerdos de momentos de un tiempo vivido que ya no volverán, y en los que fui inmensamente feliz, tan feliz, como puedo serlo en este instante en el que escribo estas palabras.
Siempre me he imaginado en una playa el día en el que llegué a este Mundo. Es una visión que me ha reconfortado cada día. Y, siempre, he imaginado la llegada de una barca, de un velero, de un navío, o de cualquier embarcación, ligera, que me llevase, llegado el momento, a hacer la última travesía. En esa playa, echando la vista atrás, veo el camino recorrido y la inmensa cantidad de corazones y almas que caminan detrás de mis pasos, pues llegaron después a esta playa. Y si miro a los lados y al frente, veo aquellos que acompañan mi caminar, o los que ya partieron.
Soy feliz. Muy feliz. Inmensamente feliz. Y por ello, y como agradecimiento a tantas y tantas personas con la que me he encontrado en esta concurrida playa, quiero compartir estos versos. Gracias por haberme acompañado, aunque ahora no estés a mi lado. No importas la razón, pero gracias a ti, estoy en esta playa, en este lugar. Gracias por haberme acompañado, y por permanecer a mi lado; sé que en tu compañía llegaré más lejos, sin prisas, pues caminamos juntos. Gracias, también, a los que están por llegar. Ya os espero.
.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
Hace ya un tiempo
que mis pisadas huellan esta playa;
esa a la que todos iremos llegando
con el devenir de los años
y en la que esperaremos la barca
que nos invitará a partir
hacia ese incierto destino
en el que parecen abrazarse mar y cielo.
Al volver la vista atrás
observo, ya en la distancia,
y con un mirar sincero y alegre
la lejana orilla a la que llegué
hace unas cuantas primaveras
sin equipaje alguno.
Puedo ver a familiares y amigos
que caminan, sin prisas, tras mis huellas.
Puedo ver a familiares y amigos
que caminan, sin prisas, a mi lado o en la distancia.
Puedo ver a familiares y amigos
que caminan, sin prisas, por delante de mis pasos.
Incluso puedo ver a familiares y amigos,
que ya embarcaron,
cómo navegan hacia ese horizonte lejano.
Aún no moja mi cuerpo
el agua cálida de esta mar en calma,
sin embargo, sí siento la humedad
en mis pies descalzos,
de esa arena mojada que brilla bajo el sol,
testigo mudo de ese caminar diario
que cada anochecer acompaña la blanca luna.
No tengo prisa en embarcar,
ninguna prisa,
pues sé que lo haré
en el preciso instante en el que deba hacerlo.
Nunca antes.
Nunca después.
Siento esa sincera alegría interior
que te nace cuando te sientes satisfecho
por el camino ya recorrido.
Siento esa sincera alegría interior
que te palpita cuando sientes
que aún queda camino por recorrer.
Mientras espero la llegada de mi nave
seguiré caminando por esta playa,
con las mismas ganas y con la misma ilusión
que nació en aquel niño de diez años
que vio por primera vez el mar,
y dibujó un corazón sobre la dorada arena,
y dejó una sencilla muestra
de sus pequeñas huellas
y esperó, paciente, a que una joven ola
abrazara con suavidad sus recuerdos,
llevándolos mar adentro,
con la sincera promesa de devolvérselos
cuando, despacio, acerque suave su barca.
.
😉
.