Algunas veces he sentido que perdía la mirada. No la ‘capacidad de ver’; sino la capacidad de observar, de mirar con conocimiento y consciencia aquello que miro. ¿Te ha sucedido alguna vez? Me he sentido caminar sin saber por dónde caminaba, como si la mayoría de las cosas que se movían, estaban quietas o, simplemente, sucedían a mi alrededor, no tuvieran nada que ver conmigo. Si conseguía detener mi caminar, un instante, tan solo un instante y reflexionar, escuchar, abrir de nuevo mi mirada al mundo que me rodea, empezaba a tomar consciencia de todo lo que me estaba perdiendo.
En uno de esos referidos instantes empezaron a fraguarse los versos que ahora comparto. Confieso que, para poder mirar, de nuevo, disfrutando de lo que estaba viendo como si no lo hubiera visto antes, he tenido que desaprender algunas cosas. Bueno, unas cuantas cosas. Desde que nacemos estamos aprendiendo, con cada cosa que hacemos, con cada decisión que tomamos, con el aluvión de información que nos llega, con las normas que marca la sociedad en la que vivimos… Párate. No tengas prisa. La vida es tan infinitamente corta que parece no tener fin. Piensa. Piensa tú sol@. No prestes oídos al ruido de fondo. Solo tú, y tu pensamiento. Ahora mira. Quizá y solo quizá sientas ahora cómo «…tu mirada se despierta, se despereza, se ilusiona…, se enamora de la vida…»
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Quisiera que mi mirada mirase
el azul este cielo, sin matices,
que alcanzase a acariciar las nubes,
las que llegan como blanco algodón
y las que se acercan como grises presagios
de las tormentas que están por descargar.
Pero mi mirada ya no mira
como antes miraba.
Quisiera que mi mirada mirase
la belleza que la vida me regala, sin matices,
que comprendiese que cuando llegamos
lo hacemos con las manos vacías
y con un corazón que late aguardando
a otros corazones que acompañen su camino.
Pero mi mirada ya no mira
como antes miraba.
Quisiera que mi mirada mirase
la luz de otras muchas miradas, sin matices,
que descubriese ese brillo sincero
iluminando esa soledad de cada uno
que nos conduce hacia un horizonte
al que debemos de llegar en compañía.
Pero mi mirada ya no mira
como antes miraba.
Se cegó con las falsas ilusiones
que procuran, sin pudor alguno,
los mentirosos compulsivos
los vendedores de nada
los salvadores de lo absurdo
los que rechazan aquello que no comprenden
los que temen todo lo diferente
los que miran desde esa oscuridad
que acompaña la senda que eligieron…
Siento ahora cómo mi mirada
se despierta
se despereza
se ilusiona,
se enamora de la vida;
quizá, y solo quizá,
esté comenzando a mirar
como antes miraba.
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😉
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