Dicen que la distancia puede hacer que el Amor se enfríe. Pudiera ser. Supongo que dependerá de quién ama, a quién se ama o a qué se ama. Creo que el amor que un padre siente hacia su hijo (o hacia unas hijas, en mi caso) es tan inmenso y verdadero que no hay distancia que pueda separar ese sentimiento, en especial si sus corazones laten con ese ritmo que tan solo su amor es capaz de procurar. Creo que pocas cosas hay más bellas e intensas que ese amor entre padres e hijos.
No obstante, cuando la salud amenaza de alguna manera a esa persona que amas, el miedo se agarra a cada órgano de tu cuerpo como si te lo quisiera arrancar. Poco puedes hacer ante esa sensación. Y es por ello que procuro serenarme, pensar en el tiempo compartido juntos, dejar que la mente vuele y respirar. Respirar sintiendo entra y sale el aire de mi cuerpo…, y escribir unos versos.
Por eso este poema que comparto con madres y padres. Que comparto con hijas e hijos. Que comparto con todas y todos aquellos enamorados de la vida que, en algunos momentos, les puede asaltar el miedo. A nada en particular. Simplemente el miedo decide acompañarte unos pasos de tu vida sin que nadie le haya invitado. No tiene consideración alguna. Por lo tanto si él no es considerado contigo, no lo seas tú con él. Vuélvele la espalda y respira. Respira. Siente tu respiración y verás desaparecer el acompañante impertinente.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
Acariciar la ausencia
de quien amas cuando la distancia
se instala entre dos corazones
que palpitan sístole con diástole
diástole con sístole
impar con par
en la cercanía de los sueños.
Nada es imposible cuando decides alcanzarlo
pues no hay cima que no estés dispuesto a ascender
si deseas tocar el cielo
ni río que no estés dispuesto a navegar
si deseas surcar los mares
una simple gota de agua
es capaz de desbordar un océano.
Abre de par en par las ventanas
que te guardan
y escucha más allá del silencio
no prestes atención al ruido de fondo
escucha tan solo lo que tu corazón
quiere decirte y después háblale
háblate.
Quisiera acurrucarte en mis brazos
como cuando eras muy niña
y dejabas reposar entonces tu cabecita
sobre mi pecho mientras te acunaba
mientras te cantaba hasta quedarte dormida
y te miraba en silencio observando
cómo una sonrisa se dibujaba en tu rostro.
Qué bello sueño te acompañaba.
No tengas miedo mi Amor
acaricia la ausencia aun en la distancia
sabiendo que no hay nada imposible
pues tan solo una lágrima
ha sido capaz de desbordar mis sueños
escuchando más allá del silencio
cuando te he hablado
sabiendo que tú me has escuchado.
.
.