Qué importante es no perder la capacidad de soñar. No deberíamos olvidar nunca que los sueños nos pueden ayudar a alcanzar lo inalcanzable. A lograr lo imposible lograr. A tocar la felicidad con la yema de los dedos. Todo ello, no obstante, no debe ser una obsesión, pues pudiera ser que ese sueño se ‘escapase’ o, sencillamente, no fuera un buen sueño al que perseguir, y NO pasa nada. Es un sueño, NO una obsesión.
Cada día de nuestra vida, incluso desde la niñez, estamos tomando decisiones, y la que adoptemos en cada momento nos llevará por un camino, por un solo camino habiendo desechado muchos otros. No sucede igual con los sueños, pues podemos elegir varios sueños a la vez, incluso descartarlos, sin que ello deba ocasionarnos tristeza o desilusión. Es importante, muy importante, soñar, pero lo es aún más, el NO perder la capacidad de seguir soñando.
Se da más en los adultos, el hecho de posponer sueños para más adelante. ¿Más adelante? ¿Por qué? Nosotros mismos nos ponemos excusas para no afrontar esos sueños. “Cuando cumpla treinta y cinco años haré…”. “Cuando tengas un trabajo fijo…”. “Cuando tenga mi pareja…”. “Cuando crezcan mis hijos…”. “Cuando me jubile…”. Y no nos damos cuenta de que mientras eso llega estamos viviendo. Viviendo provisionalmente. Cuando en realidad estamos viviendo esperando algo que, quizá, nunca sucede o, cuando llegue, sencillamente, sea demasiado tarde. Soñemos, hoy. Vivamos, hoy. Mañana aún está por llegar.
.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
¿Dónde quedaron aquellos sueños
que soñaste cuando soñabas?
¿Cuándo decidiste dejar de soñar?
¿Cuándo decidiste dejar de vivir?
Recuerdo escuchar tu voz
cuando aún era un niño
y veía cómo la luz iluminaba
esa mirada tuya tan azul,
tan clara, tan intensa, tan profunda.
Soñaste con lo que ibas a hacer
cuando cumplieras la treintena.
Soñaste con lo que ibas a hacer
una vez cumplidos los cuarenta.
Soñaste con lo que ibas a hacer
al día siguiente de cumplir cincuenta.
Soñaste con lo que ibas a hacer
llegado el día de tu jubilación,
ese día que nunca llegó
pues dejaste de cumplir años
aquel día de septiembre
en el que la muerte vino a buscarte
mientras dormías, mientras ya no soñabas.
Soñaste dormido y soñaste despierto.
Los sueños se fueron difuminando
con el pasar de los años
sin llegar a ser alcanzados,
unos quizá diluidos,
otros quizá olvidados.
¿Cuántos sueños desvanecidos en la nada?
Recuerdo escuchar tu voz
una lejana tarde de primavera,
viendo cómo una sombra ensombrecía
esa mirada tuya tan profunda,
tan intensa, tan clara, tan azul.
Persigue cada uno de tus sueños,
decías,
hasta lograr alcanzarlos,
sin prisa, pero sin demora
pues el tiempo todo lo devora
y una mañana despertarás
habiendo olvidado cómo se sueña,
habiendo olvidado cómo se vive.
Soñaré hoy un sueño por perseguir
y si no lograra alcanzarlo
volveré a soñar otro sueño,
y otro, y otro.
Mañana, mañana aún está por llegar
al igual que muchos otros sueños,
y otros, y otros, y otros más.
.
.