Seguro que son muchos los recuerdos de la infancia que tienes. Me refiero a esa edad, al menos en mi caso, en la que los veranos que vivíamos, eran muy diferentes a los veranos que vivimos actualmente. Claro, que todo depende de la edad que tengas. Yo me remonto a cuando tenía unos ocho años y pasaba los veranos con mi abuelo, en un pequeño pueblo de la provincia de Segovia. En aquellos juegos con las chicas y chicos de mi edad y, en particular, cuando nos bañábamos en las pozas del río que pasa cerca del pueblo.
Cada una y cada uno atesora sus recuerdos de la mejor manera posible, y los recupera, especialmente, si esos recuerdos nos acercan momentos felices. En otras entradas ya lo he referido; creo que he tenido una infancia muy feliz, llena de luces y sombras (como muchas infancias), pero si hago balance no tengo duda alguna en que el saldo es positivo. No es mérito propio, es gracias a mi familia y a todas aquellas personas que formaron parte de mi entorno en aquellos años.
La infancia, y no digamos la juventud, son edades complicadas, lo sé por experiencia (jejeje). Bueno, creo que todas las edades tienen su complicación. He pasado unos días en un lugar en el que mi infancia correteaba, saltaba, jugaba, aprendía, reía, lloraba, soñaba… Y he dejado abierta la puerta del desván de mi memoria, para acercarme hasta aquel instante y revivirlo. De ahí, estos versos que ahora quiero compartir contigo.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Serpentea el río de mi infancia
como serpentean los sueños
en busca de su realidad
la constancia y el tesón de esa agua
que nace del deshielo en la montaña
recorriendo kilómetros entre campos y veredas
sorteando pueblos y riscos hasta dibujar su cauce.
Cuántos baños entre sus frías aguas
durante esa inocente infancia
buscando sus pozas donde sentir su abrazo
mientras nuestras risas y juegos
se fundían con el sonido alegre de su correr
buscando otras aguas con las que mezclarse
y llegar así hasta la mar lejana
que es donde van los ríos llegado su final.
El verano ha sido caluroso
y hoy apenas acompaña agua su caminar
una poza allí y otra a la vuelta de un recodo
quizá gracias a la frondosa sombra
de los árboles de orilla
y a algún solitario saliente de montaña
las resguardan con mimo del sol estival,
muestra fehaciente de lo que hace unos meses fue.
Serpentean los sueños de mi infancia
como serpentea el río
en busca de su mar
entre pesadillas, insomnios y quimeras
se van abriendo paso noche tras noche
mientras la bulliciosa ciudad duerme
hasta alcanzarme en este momento
y acompañar mi descanso.
Cuántos sueños cumplidos
y cuántos aún por cumplir
no importa los que no alcancé
pues fueron muchos los ya vividos,
mas no quiero dejar de soñar
porque el soñar es vivir,
mas no quiero dejar de vivir
porque el vivir es soñar.
He vuelto al río de mi infancia
y en este viaje han regresado
aquellos recuerdos
recuerdos de un niño
que vive y sueña
recuerdos de un niño
que sueña y vive.
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