¡Cuántas cosas me gustaría retener en mi mirada! De verdad que no quisiera olvidarme de nada; bueno, al menos de nada de lo que en algún momento me ha hecho sentir la felicidad a mi lado, o dentro de mí. No es en sí el hecho de tener una memoria fotográfica. No es eso. Es poder captar todos esos momentos y tenerlos presentes. Pero aunque solo quisiera guardar los ‘buenos momentos’, afloran, aun sin pretenderlo, otros que quizá no fueron tantos, aunque gracias a ellos, a todos ellos, me encuentro ahora en el lugar y en el tiempo desde el que escribo esta entrada.
Mirar el mundo y mirar la vida. Mirar la vida y mirar el mundo, para entender mis sentimientos, a veces tan a flor de piel, a veces tan desconocidos. Dicen los expertos que una persona adulta respira, con una respiración normal, entre 12 y 20 veces por minuto. Pero, ¿cuántas cosas miramos, por minuto, consciente o inconscientemente? ¿Cuántas cosas vemos o creemos ver, haciendo caso al mirar de nuestra mirada? Me gusta mirar la mar y el cielo, y el horizonte lejano. Me gusta mirar la noche y las estrellas, y la luna pasajera. No me gustan las despedidas, aunque las haya. Me gusta acertar y me gusta equivocarme, para poder crecer. Me gusta mirar siempre, con mi mirada.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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He querido fotografiar
con mi mirada
el apasionado beso
de la mar brava
y el cielo en calma
en la imaginaria línea de tu horizonte.
He querido fotografiar
con mi mirada
la lágrima furtiva
que recorriendo tu rostro,
hasta la comisura de tus labios,
se funde con el olvido
de aquellos lejanos “te quiero”.
He querido fotografiar
con mi mirada
aquella noche sin estrellas
y huérfana de luna
en el que tu luz
dibujó las sombras
de una anunciada despedida
que no supo desandar
el camino recorrido.
He querido fotografiar
con mi mirada
toda una vida
de decisiones erradas
y de acertadas opciones
sin darme cuenta, hasta ahora,
de que vivía con los ojos cerrados
y el corazón entre mis manos.
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😉
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