Algunas veces me gusta pararme frente al espejo y mirarme. Mirar mi rostro. Reconocerme. Ver si aún habita en mí aquel muchacho soñador enamorado de la vida. Y puedo aseguraros que ‘le encuentro’. Por eso me gusta mirar la mirada que el espejo me devuelve y jugar al juego inverso que nos regala la imagen reflejada. Cuánto tiempo hemos pasado juntos. Cuántas experiencias compartidas. Cuántos silencios. Cuántas palabras. Cuántas alegrías. Cuántas despedidas. Cuántas llegadas… Cuánta vida vivida.
Recuerdo con catorce o quince años cuando tenía que representar un personaje de una ‘persona mayor’ en el escenario, arrugaba la frente para pintarme las arrugas que por naturaleza se forman al fruncir el ceño; las que se marcan junto a los ojos; las de las comisuras de los labios… Pintarme el pelo con barra blanca, a trazos, para simular unas canas. Todo ello para aparentar ‘ser mayor’. Ahora no me haría falta caracterización alguna. Ya soy mayor.
Esta mañana he sorprendido a mi reflejo mirándome a los ojos frente al espejo. He visto una mueca de sonrisa en sus labios y he sentido cómo se dibujaba una sonrisa similar en los míos. Mírate más en el espejo. Tus ojos; tu cara; tu frente; tus labios; tu barbilla; tu pelo…; reconócete de nuevo y busca, si quieres, a esa persona que lleva acompañándote desde que llegaste aquí. No permitas que sea un desconocido. Quizá te conozca mejor de lo que tú crees.
Si te apetece puedes escuchar el poema
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Sí me reconozco
en la imagen inversa
que me devuelve el espejo
miro el observar de su mirada
y veo su luz y su pasado
y el tiempo compartido
en casi seis décadas.
Ya todo está bien.
Recorro su rostro
intuyendo que él hará lo mismo
con el mío
no sé qué pensará
de hecho no sé si piensa
o soy yo el único que piensa de los dos
pues desconozco si mi reflejo piensa
o tan solo observa.
Arrugas en derredor de los ojos
aún ávidos de experiencias
arrugas en una frente despoblada
aún por desahuciar
arrugas al fin y al cabo
de alegrías que regala la vida
y de tristezas que las acompañan
para equilibrar una balanza
siempre desequilibrada.
Observo ahora sus labios
y descubro el rictus de una sonrisa
recuerdos de algún instante agradable
ignorando el recuerdo de mi imagen
si es posible que pueda recordar.
Regreso a esos ojos
con reflejos verdes cuando miran
devolviéndome serenidad
echaba en falta esa mirada
que tanto me reconforta
cuando nos encontramos
me he reconocido en la imagen
inversa de mi espejo.
Ya todo está bien.
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😉
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