Es muy posible que este momento que estamos viviendo nos resulte más duro de lo que en principio pudimos (o pudieron) pensar, por eso debemos estar preparados. Antes de empezar nuestro confinamiento nos movíamos con libertad; íbamos y veníamos; entrábamos y salíamos; veíamos a familiares o amigos; quedábamos para vernos y disfrutar de la compañía, preferentemente en torno a una mesa; hacíamos deporte al ‘aire libre’; quedábamos para ir al cine, o teatro, o conciertos o… Y ahora NO debemos salir nada más que lo ESTRICTAMENTE necesario.
¿De qué sirve salir todas las tardes a las 20:00 horas a aplaudir al personal sanitario, desde el corazón, y a otros trabajadores y trabajadoras que permiten nuestro abastecimiento, si después salimos a la calle cuando NO debemos salir? ¿En qué ayudamos? ¿Habéis pensado en los cientos, quizá miles de personas, ancianos y jóvenes, que este confinamiento les ha pillado solos en casa, porque no comparten vivienda? Tenían gente que les visitaban o a los que visitaban. Salían al encuentro de familiares o amigos. ¿Y ahora? ¿Cómo tiene que ser esa soledad un día tras otro?
Qué bien nos solemos sentir cuando buscamos la soledad porque el entorno nos satura, y la abrazamos con fuerza, aunque solo sea un breve instante. Pero cuando la necesidad impone una soledad sine díe, el tiempo se nos hace infinito. Por eso debemos animarnos unos a otros. Todo esto pasará, no tengo duda alguna. Será difícil, pero no imposible. Debemos intentar buscar la fortaleza en nosotros mismos. Y si tenemos un momento de bajón, NO PASA NADA, pero que solo sea un momento y después: ¡¡Arriba de nuevo!! Todas y todos necesitamos un instante en el que dejar que los sentimientos afloren. No tenemos que hacernos los fuertes. Sintamos, pues estamos vivos.
.
Si te apetece puesdes escuchar el poema
.
Qué reconfortante nos ha podido resultar
abrazar la soledad en estos años
mas cuán asfixiante puede resultar
que sea la soledad la que nos abrace
cuando nadie la ha convocado
y poco a poco se va adueñando de cada rincón.
Quizá ahora nos demos cuenta
de lo solos que hemos estado viviendo
aunque decenas de personas
o cientos de personas
o miles de personas
se cruzasen cada día con nuestro caminar
rumbo a colegios, hogares, trabajos o centros de ocio
o aunque nuestra casa estuviera compartida
con otras personas a las que llamamos padre o madre
hija o hijo, nieto o nieta
tal vez abuelo o abuela, hermana o hermano
compañero o compañera, marido o mujer
viviendo todos juntos bajo un mismo techo
pero
solos.
¿Y si éste fuera un tiempo
para la reflexión?
¿Y si éste fuera un tiempo
para el encuentro o tal vez reencuentro?
¿Y si decidiéramos recuperar un tiempo
que su propio acelerar nos hubiera abocado
a una soledad acompañada?
Hablémonos a nosotros mismos
escuchando cada palabra que tenemos que decirnos
para poder escuchar después
a todas y todos los que necesitan ser escuchados.
Nos marcaron un día y una hora
para quedarnos en nuestras casas
pero nadie puede asegurarnos
la hora y el día
en el que volvamos a alfombrar calles, avenidas y parques
con nuestras huellas renovadas…
y ese momento llegará.
La fortaleza está en cada uno de nosotros
solo hay que empezar a buscarla
yo ya comencé esa búsqueda
¿Y tú?
.
.