Los que me seguís, en este lugar de encuentro, sabéis que soy el mayor de siete hermanas y hermanos. Llevamos mucho tiempo, demasiado, sin poder abrazarnos y besarnos como siempre lo hemos hecho, recargando nuestra alma y nuestro cuerpo con una energía incomparable, que solo el amor que nos tenemos nos permite sentir. Sé que muchas y muchos de vosotros sentís esa falta, respecto de las personas que amáis. Nos hemos visto los siete, y no hemos podido tocarnos y sentirnos. Era recomendable. Era necesario. Era, lo que debíamos hacer, por responsabilidad.
Sé que todo esto pasará, no tengo duda alguna, pero creo que nadie, y digo NADIE, sabe cuándo llegará ese ansiado final. Nos pareció, en un momento (o en muchos momentos), ver la luz al final del túnel, cuando en realidad era un tren que viajaba hacia nosotros a toda velocidad y con total decisión; en la locomotora llevaba escrito su nombre: ‘Ómicrom’. Y no era un espejismo. Espejismo fue creernos que ya se veía la luz.
Me temo que antes de llegar al final de este túnel que transitamos, a nivel mundial (no deberíamos olvidarlo), veremos más luces que nos hagan pensar que alcanzamos el final. Creo que la paciencia y la prudencia, junto con la responsabilidad, de cada uno de nosotros, son buenas compañeras de viaje en esta cruel travesía que tanta muerte y desolación va dejando. Espero y deseo que, más pronto que tarde, termine esta pesadilla. Mientras tanto, cuidaros mucho, por favor, para que en el ansiado reencuentro puedan regresar, sin miedo, los abrazos y los besos.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Estar tan cerca y a la vez tan lejos.
Bastaría, tan solo, que yo estirase mi brazo,
frente a ti,
y tú algaras el tuyo, frente a mí,
para que las yemas de nuestros dedos
pudieran alcanzarse y así sentir el roce
de esa piel que ansía el contacto,
al igual que la árida tierra
anhela el retorno de las lluvias.
Mis ojos miran los tuyos,
tan próximos como distantes,
y sienten la tristeza que los acompañan,
pues entienden en el abrazo
esa plenitud de amor
que tan solo ellos comprenden y guardan.
Cuántos abrazos en la cuenta del ‘debe’.
Cuántos abrazos en la cuenta del ‘haber’.
Prometo frente a este horizonte
que ante mi, solitario se muestra,
que serán saldados
una vez que el viento sople a favor
disipando esta sombra que nos asola.
Abrazaré, de nuevo, tu cuerpo y tu alma
como nunca antes lo hube abrazado
y sé, bien que sé, que tú abrazas el mío
como si fuera aquella primera vez
en la que se encontraron y se descubrieron.
Abrazaré tu cuerpo y tu alma
como si fuera el principio de todo
como si fuera el final de nada
como si fueran a separarnos
por ese tiempo que solo la vida decide
y sentiré, de nuevo, el calor de tu alma
y el palpitar de tu cuerpo
grabarse definitivo en mi recuerdo
por si otra sombra quisiera amanecer mañana.
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