Ningún año es parecido al anterior, ni tan siquiera será parecido al que está por llegar. Sé que esto que escribo es una obviedad, pero no deberíamos dejar de considerarlo, por muy semejantes que se nos pudieran parecer, unos y otros. Indicado esto, y con todo lo que nos acontece desde aquel mes de marzo de 2020 (vamos para los dos años) el buscar, o pretender buscar similitudes de un tiempo y otro, no tendría mucho sentido.
Recuerdo aquel 31 de diciembre de aquel año, cuando dábamos (daba) la bienvenida a un esperanzador año nuevo, con el deseo, más que la esperanza, de que todo iba a cambiar. De que todo iba a terminar. Comenzó el primer mes; regresó la primavera; regresó el verano; regresó el otoño…; y acogimos la llegada de un nuevo invierno con una situación peor, que la que teníamos, con la aparición de esa nueva variante de la COVID-19, a la que han bautizado con nombre de ‘Ómicron’.
Lo que cada uno haya (hayamos) aprendido durante todo este tiempo. Si saldremos mejores o no (cuando todo esto acabe, que acabará, no tengo duda), dependerá de cada cual, pero a nivel global no lo tengo muy claro. Lo que no deberíamos olvidar, en mi opinión, es que el tiempo nunca se detuvo, nunca se ha detenido, y que igual que ha traído cosas malas (quizá demasiadas), también nos ha regalado cosas buenas (nunca son demasiadas). Debemos seguir creyendo en que todo es posible. Debemos desterrar ese miedo que nos atenaza, a veces (muchas veces), sin justificación alguna. Debemos seguir viviendo.
.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
Adiós, por fin, mi querido
veinte veintiuno.
Sí, querido, pues me has dado tanto
que no agradecértelo sería injusto,
al menos por mi parte.
Ahora bien, debo decirte
con la misma determinación
que has sembrado, en muchos de tus días,
senderos con sufrimiento, dolor y ausencias.
Ausencias, quizá a destiempo,
o cuanto menos inesperadas.
Se me antoja lejos, muy lejos,
aquel primero de enero cuando naciste,
justo después de las doce campanadas
que señalaron la partida,
para no regresar jamás,
de un aciago veinte veinte
que nos asoló sin misericordia alguna.
Te recibimos entonces con los brazos abiertos,
con la mirada esperanzada,
deseosos de que “todo esto” terminase
y despertásemos de esta cruel pesadilla.
Pero no fue así.
Después de trescientos sesenta y cinco días
y consumida la última uva,
has partido en silencio y sin estruendo,
para jamás regresar,
dejándonos con más soledad
y una “nueva variante”
como tu penúltimo regalo.
Pero amanece un veinte veintidós,
hasta ahora desconocido,
al que recibimos sin demora,
con el corazón en un puño,
con la mirada empañada
por lágrimas de esperanza,
al comprobar esa luz que le acompaña.
Bienvenido seas, nuevo año.
Bienvenido sea, cada día y cada atardecer.
Bienvenidas las palabras, los sueños
y los silencios provocados.
Bienvenido todo aquello que nos depares
pues sé que este año será nuestro año.
Sé que será mi año,
y el tuyo
y el suyo.
Y en este, tu nacimiento,
cuando aún gateas
pues no has empezado a caminar,
levanto mi copa para brindar por tu llegada,
abriendo mis brazos de par en par
y así poder abrazarte, sin miedos.
.
😉
.
Yo , también brindo , contigo, por este nuevo año 2022. 💚