Como sabéis, porque lo he comentado en numerosas ocasiones en alguna entrada, y porque se puede leer en mi biografía, soy castellanoleonés, lo cual me hace sentir muy orgulloso, supongo como a cualquier ‘hijo de vecino’ le hace sentirse del lugar del que es oriundo. Han sido muchos los hombres y mujeres, originarios de estas tierras, que han luchado por la libertad, de todas y todos, en tiempos convulsos en esta patria nuestra. Es bueno que se conozca su historia, su vida, anónima para muchos, y que se transmita de generación en generación, sencillamente, para no cometer ‘errores’ que nunca debieron permitirse.
Si habláis con vuestros padres, abuelos, y los más afortunados, bisabuelos, seguro que os pueden contar historias de vida de mujeres y hombres sencillos que forjaron el futuro que hoy tenemos y del que disfrutamos, con sus virtudes y defectos; con sus luces y sus sombras. Hombres y mujeres que tuvieron que emigrar, lejos de su casa, para no perder la vida o para poder mantener a su familia (no deberíamos olvidarlo cuando miramos a ‘los que vienen de fuera’). Mujeres y hombres que se quedaron en su tierra, y a los que les fue arrebatada la vida, incluso con el señalamiento de familiares y amigos. Siempre en mi memoria cuando dejo que broten, como si fuera primavera, abrazándome el corazón.
.
Si te apetece puedes escuchar el poema
.
Anochece la tarde
en estos campos de Castilla
donde los girasoles se agostan
cuando el calor aprieta
y los solitarios caminos
guardan el polvo de las huellas
de mujeres y hombres niños
que anduvieron por ellos
cuando la libertad era una quimera.
Crecieron hombres y mujeres niñas
en aldeas, pueblos y ciudades castellanas
al amor del fuego y las tradiciones
que hacían de las noches deseo;
historias que viajaban de boca en boca,
de abuelos a nietos y de padres a hijos
con las que guardar en la memoria
lo que mujeres y hombres niños hicieron.
Anochece la tarde
y el firmamento cambia su azul intenso
por ese rojo cálido con el que el ocaso
pinta de nuevo un horizonte
troquelado por lomas y álamos viejos
dibujando ese paisaje que paciente aguarda
una noche sin luna, y preñada de estrellas.
Recordar ahora a los ausentes
entorno a un fuego y una mesa
en la que las viandas castellanas
y el buen vino,
regalan el paladar de los comensales
que hablan y escuchan
con ese amor sencillo y libre
que solo destila la memoria
cuando convoca a los que un día
fueron y estuvieron;
estuvieron y fueron.
El camposanto guarda silencio
al igual que senderos y cunetas,
al igual que los labios sellados
por ese miedo que arraigó
en las buenas gentes castellanas
recelosas de familiares y amigos
a los que les alimentaba el odio y la envidia.
Anochece la tarde
en estos campos de Castilla
en los que observo ese horizonte
que ellos y ellas miraron
antes que yo lo hiciera,
y en silencio les hablo
como le hablo a la luna
cuando anochece,
y en silencio les escucho,
cuando anochece,
como escucho a la luna
las noches en las que viene a visitarme.
.
.
Evocando a los que ya no están. Precioso. 💚
Gracias!!!!!
😉
Qué mejor homenaje que recordar lo que nos enseñaron, y conocer las huellas que dejaron en su caminar.