A veces, algunas veces, la cordura que habita en mi locura se acerca hasta el laberinto que me atrapa, y se confabula conmigo para derribar los muros que escoltan los indescifrables caminos que conforman su magna estructura. A veces, algunas veces, la locura que habita en mi cordura se empeña en construir laberintos imposibles en los que me siento atrapado, y cuanto más pugno por salir más me pierdo en sus laberínticas profundidades. No sé si eso es la vida, o tan solo es la que yo he elegido vivir. ¿Qué más da? No me importa si me llaman cuerdo. No me importa si me llaman loco. Entre tanto, y mientras paso de la cordura a la locura, y regreso, una vez más, de la locura a la cordura, he decidido viajar de nube en nube, soñando la vida; viviendo los sueños; soñando los sueños; viviendo la vida.
En este primer domingo de febrero, en el que al despertarme no sé si me despierto loco o cuerdo, cuerdo o loco, he querido compartir unos versos nacidos de un sueño soñado…, o no ha sido realmente un sueño. La poesía siempre está, y es misión nuestra, si eso queremos, encontrarla y compartirla. Eso es lo que intento cada domingo desde hace ya unos cuantos años. Quiero expresar lo que siento, pues es lo que me mantiene vivo y unido a este lugar en el que, no deberíamos olvidarlo, tan solo estamos de paso. Mientras llega el momento de iniciar mi último viaje (espero y deseo que aún tarde un tiempo), seguiré compartiendo, cada domingo, unos versos. Feliz lectura. Feliz sueño. Feliz vida.
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Si te apetece puedes escuchar el poema
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Después de mucho pensar
y de poco soñar…,
o fue después de mucho soñar
y de poco pensar.
No importa.
¿Qué más da?
El caso es que por fin
me decidí
a saltar, con todas mis fuerzas,
hasta alcanzar una nube viajera
que mostrando su osadía
se atrevió a volar sobre
este solitario corazón.
Puede asirme con mi mano derecha
al borde troquelado,
bajo un cielo azul y despejado,
que recortaba caprichosa
la informe nube
animada por los vientos.
Ya nada volvería a ser igual
ya todo sería distinto.
Me prometí antaño
que si al final lo conseguía
no volvería a posar mis pies,
vestidos o desnudos,
sobre la faz de la tierra.
Me sentaría
con la vista fijada en el frente
y pondría rumbo al inalcanzable horizonte
dejando atrás
la huellas ya marcadas
y la vida ya vivida.
Sobrevolaría valles y océanos,
lagos y montañas,
ríos, arroyos y praderas,
caminos y ciudades;
sobrevolaría pueblos y senderos,
aldeas y verdes campos.
Dejaría volar libre,
por fin,
a este solitario corazón,
después de mucho soñar
y poco pensar…,
o era después de mucho pensar
y poco soñar.
No importa ya.
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😉
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