Un poema me acercó un día de verano, en esta mañana de invierno

logoUno de los recuerdos más bonitos que guardo en el ‘desván de mi memoria’, es el de las tormentas de verano, esa lluvia que nos regalaban las nubes cuando el calor apretaba y refrescaba ciudades y pueblos, campos y caminos, sueños y esperanzas. Me gustaba descalzarme y con los pies desnudos saltar de charco en charco salpicando mis piernas, mi cuerpo y mi cara. Siempre me ha gustado la lluvia, y saltar en los charcos, y mirar hacia las nubes cuando descargaban su regalo, y sentir su discurrir por mi rostro, y beber de su frescura.

Han pasado los años, y me sigue gustando saltar en los charcos. Pero claro, no es lo mismo tener diez o doce años y disfrutar con ello, que tener unas cuantas decenas más y saltar en los charcos que forma la lluvia después de la tormenta, siendo observado por infinidad de miradas que en silencio murmuran: “Está zumbado o medio loco”; “A mí, también me gustaría hacerlo”; “Ya le vale a sus años”…; o simplemente esbozando una sonrisa o soltando una clara carcajada. ¿Qué más me da? Seguiré saltando en los charcos, aunque necesite la ayuda de un bastón de madera.

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Si te apetece puedes escuchar el poema

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Le gustaba saltar en los charcos

que el agua de lluvia formaba

después de pasada la tormenta de verano

que algunas mañanas regalaba el cielo.

 

Ese mismo cielo de intenso color azul

que ahora, paciente, observaba sus juegos

se ocultaba tras grandes nubes adornadas

de tonos entre grises, morados y blancos.

 

Las nubes parecían divertirse en su caminar

hacia un horizonte indefinido e incierto

mientras la gente corría en todas direcciones

buscando un lugar en el que resguardarse

del aguacero que la tormenta concedía.

 

Alegre se calzaba sus botas de goma

y aguardaba bajo el techado del portal

a que amainara el reír de las nubes

y el sol volviera a asomar su rostro.

 

Quedaban muy lejos ya aquellos veranos

aunque él los recordaba como si el tiempo

se hubiera ralentizado para acompañarle

en su caminar, en su respirar, en su latir.

 

De nuevo brilla un sol bajo el cielo azul.

Se ha calzado unas nuevas botas de goma

y ayudado por su inseparable bastón de madera

ha salido a buscar esos charcos que el agua de lluvia

forma después de pasada la tormenta de verano.

 

Nunca entendieron su proceder

nunca sus risas o sus llantos

nunca su forma de actuar o ser

nunca sus preguntas sin respuestas

nunca sus repuestas sin preguntas…

Pero a él le seguía gustando saltar

en los charcos que el agua de lluvia formaba

después de que pasara la tormenta de verano.

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:)

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