Un poema para cualquier primer domingo de mayo

logoPara mí el mes de mayo es un mes mágico, no solo porque la primavera –una de mis estaciones preferidas–, está presente en todo lo que me rodea; no porque sea el mes en el que cumplo años; no porque el primer domingo de mayo –al menos en nuestro país– celebremos el Día de la Madre… No necesito un día señalado en el calendario, por centros comerciales o por interés creados, para recordar a mi Madre –que ya partió un veinticuatro de agosto de hace veinte años–, y sentir su cercanía, su calor, su amor y, por supuesto, su presencia a mi lado.

Sé que estará en mí hasta el último día. Hablo con ella casi todos los días, y los días en los que “no hablamos”, la pienso, la recuerdo y la sueño. La descubro en gestos míos, de mis hijas, de mis hermanas, de mis hermanos…, en nuestras voces. Y cuando nos reunimos, los siete, la sentimos a nuestro lado. Una mujer increíble que nos enseñó a amar, sin condiciones, como solo las madres saben hacerlo. En estos versos que ahora comparto, quiero traer a la memoria del lector o lectora que se acerque a ellos la memoria de sus madres. Si ya se fueron, que no la olviden; si aún está con ellos que no olviden que de ella nacieron y que “todo empezó” con aquel primer llanto al llegar aquí. Gracias, Mamá.

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