Qué difícil debe ser convivir con una soledad obligada o impuesta, y no me vale la frase: «A todo se acostumbra uno». Creo, sinceramente, que el Ser Humano no se acostumbra jamás a la soledad impuesta u obligada; otra cosa bien distinta es que conviva con ella porque no le quede otro remedio. Muchos libros y películas recogen al solitario o solitaria que, para ahuyentar esa soledad no deseada, habla con todo lo que le rodea, natural o fabricado para sentir compañía; para sentirse acompañada o acompañado. Qué difícil debe ser.
Hace unos días, regresando a mi casa en tren, venía sentado junto a la ventanilla, observando el paisaje, dejando que mi mirada y mi imaginación viajasen junto a mí. Hubo un instante en el que atravesamos una extensa llanura, con poca vegetación, muy poca, casi inexistente, y me fijé en un solitario árbol en mitad de aquel páramo; me pareció observar un camino que se dibujaba junto a él, pero sin llegar a alcanzarlo. Nada conducía hasta su sombra. Nada parecía estar a su resguardo. Y de aquella visión, de aquella imagen nacieron estos versos que ahora comparto. ¡Feliz Lectura!