Sé que es una obviedad. Sé que lo he escrito, muchas veces, en este lugar de encuentro. Pero también sé que no dejaré de decirlo, escribirlo o publicarlo. El «ruido de fondo» que acompaña nuestro día a día sube de decibelios, la mayoría de las veces, más de lo soportable. Muchos «actores y actrices» (no profesionales), se suben a este «escenario» alimentando con mentiras y falsas verdades ese «ruido insoportable», a sabiendas de lo que hacen. No es un descuido, es una estrategia a la que todos se apuntan y en la pierden «los de siempre». Les importamos nada. No es cierto que «busquen nuestro bien». Solo buscan el suyo. ¿Hasta cuándo? Yo seguiré poniendo mi «granito de arena». Procuraré no alimentar ese «ruido insoportable». Quiero hacerlo desde la reflexión y el sosiego, de la mano de la poesía, pero también desde el cansancio y el hartazgo. ¡¡Ya está bien!! ¡¡Pónganse a trabajar por tod@s nosotr@s!!
La poesía ha servido de denuncia, en muchas ocasiones, desde que se escribieron, pronunciaron o escucharon los primeros versos. La poesía está en todo aquello que nos rodea. Solo tenemos que mirar, y la encontraremos esperando a ser encontrada. Es paciente. No tiene prisa. Sabe que nosotr@s pasaremos, pero que ella quedará, porque mientras allá un solo ser humano sobre la tierra, cabrá la posibilidad de que se encuentren. Como «civilización» hemos alcanzado muchos logros. Grandes avances. Grandes pasos. Pero parece que no hemos aprendido nada de todos nuestros errores, que han sido muchos. La historia se repite pareciendo un bucle imposible de quebrar. Está bien llegar lejos, muy lejos, pero intentemos solucionar los problemas que tenemos más cerca, aunque, a veces, se antojen imposibles.