Todas las estaciones del año están preñadas de poesía, las mires desde el lugar o la distancia que quieras. Solo tienes que saber mirar y, sin duda, va a ser muy fácil que la encuentres. No obstante, y es una opinión muy personal, el otoño y la primavera pueden evocarnos momentos más ‘poéticos’ que el invierno o el verano. Quizá por esos colores tan particulares que adornan la Naturaleza cuando la acompañan. Quizá porque afectan a nuestro ‘estado anímico’ de una forma particular. Quizá porque nacen con los equinoccios que igualan la duración del día y la noche.
Me considero afortunado, por muchas razones, que ya he compartido en este lugar de encuentro en el que escribo. No obstante, esa fortuna que ahora reconozco, no es nada más (y nada menos), que el hecho de vivir cerca de varios parques y zonas ajardinadas que me permiten pasear y disfrutar de la Naturaleza. Me gusta recorrer sus caminos y sendas, ver las fuentes, el lago, los espacios infantiles, la gente haciendo deporte o simplemente paseando, o sentada en los bancos que escoltan sendas y caminos. De esos paseos, de ese mirar, de ese observar, de ese caminar, de ese vivir…, estos versos que ahora comparto.