A veces es difícil, muy difícil, distinguir entre un sueño y la realidad; entre estar despierto y soñar, o entre estar dormido y soñar; entre desertar de un sueño de vida, o despertar de una vida soñada. ¿Sueño porque vivo o vivo porque sueño? A veces me pregunto; a veces me respondo; a veces encuentro preguntas entre versos; a veces, muchas veces, encuentro respuestas entre versos y silencios. La poesía habita entre nosotros y en cualquier tiempo y lugar. La poesía florece en los lugares más insospechados. La poesía palpita siempre que halla un corazón que tenga vida, o una mirada que mire, o un camino falto por recorrer.
Os invito a encontraros con la poesía, pero despacio, muy despacio, degustando cada verso como un sommelier hace con un vino que está por descubrir, identificando fragancia, paladar y maduración. Deja que tu mirada recorra cada verso; deja que tus labios pronuncien cada palabra de cada verso, y escucha como suena tu voz hecha poema; escucha lo que el poeta ha escrito para ti, para que tú lo encuentres y descubras lo que sintió al escribirlo. Terminado el poema, y si te apetece, busca otro. Terminado el poema, y si no te apetece, cierra el libro, pero guárdalo cerca de ti, quizá en otro momento un poema te susurre de entre sus páginas para que lo hagas tuyo. Yo soñé un poema, o quizá el poema soñó conmigo. Aún no tengo la respuesta, pero tengo un poema que comparto contigo.